viernes, 24 de septiembre de 2010

Capítulo 15. El prado.

Avancé despacio, hasta que noté como el calor del sol me envolvía, ignoré los destellos que desprendía las partes expuestas de mi cuerpo. Clavé mis ojos en los ojos de Bella, analizando cada uno de sus gestos. Buscando en ellos lo que yo más temía.
La curiosidad de su rostro se fue transformando en asombro, me acerqué un poco, ella no se movió ni un ápice, todavía en shock, pensé, pero no había nada en su rostro que me indicara que sentía miedo o repulsión, me miraba como si intentara resolver un enigma, decidí tumbarme en la hierba, me desabotoné toda la camiseta, y me tendí bajo el sol inmóvil, para que pudiera examinarme a placer.
Ella se sentó a mi lado, abrazándose las piernas, parecía hipnotizada por los destellos de mi piel, la miré ansioso, volvió sus ojos hacia los míos, despacio, como si le costara apartarlos de mi cuerpo, y me dedico una pequeña sonrisa tranquilizadora antes de volver rápidamente los ojos de nuevo hacia mi piel. Sentí como el alivio recorría todo mi cuerpo, cerré los ojos sintiendo como mi cuerpo se relajaba. Ahora que parecía evidente que no iba a huir gritando, sentí una enorme paz, esperaría a que ella rompiera el silencio, cuando estuviera preparada.
Pero la paciencia no era una de mis virtudes cuando se trataba de Bella, hice un esfuerzo, y empecé a tararear para mi mismo su nana, eso me tranquilizó.
- Te tiemblan los labios… - susurro.
- Estoy cantando para mi mismo. – le dije.
La brisa movía sus cabellos, esparciendo su delicioso aroma que se hacía mas dulce todavía al sol, pero el dolor que me causaba estaba totalmente bajo control, ahora que mi ansiedad había desaparecido.
Sentí que Bella se movía, abrí los ojos y vi como estiraba su mano hacia la mía, con indecisión, rozó mi mano con el dedo, muy suavemente, trazando círculos sobre mi piel, el calor de su contacto se extendió por todo mi cuerpo, lentamente, como en ondas de distintas intensidades. Ella buscó mi mirada, sus ojos reflejaban fascinación. Sonreí feliz.
- ¿No te asusto? – le pregunté.
- No más que de costumbre.
Sonreí ampliamente ante su respuesta. Bella se movió despacio, aproximándose más a mí, el calor que desprendía su cuerpo me acarició. Posó la mano en mi antebrazo trazando el contorno con las yemas de sus cálidos y temblorosos dedos, la calidez de su tacto envió una corriente a trabes de todo mi sistema nervioso, jamás había sentido nada así, cerré los ojos de nuevo concentrándome en esa sensación completamente nueva para mí.
- ¿Te molesta? – me pregunto en un susurro.
- No – respondí sin abrir los ojos -, no te puedes ni imaginar cómo se siente eso.
Un suspiro se escapó de mis labios. Bella continuó acariciándome, subiendo del codo hacia arriba, con mucha suavidad, sus dedos iban dejando un rastro de cosquilleo a su paso, una especie de anhelo dibujado en mi piel. Estiró la otra mano dirigiéndola hacia la mía, al notar la presión la giré, intuyendo sus intenciones, demasiado rápido, su otra mano se paralizó en el brazo, su respiración se congeló y su corazón empezó a palpitar mas deprisa. Ops. La miré un segundo par comprobar que estaba bien, volvía a respirar.
- Lo siento – me disculpé cerrando los ojos de nuevo -. Contigo, resulta demasiado fácil ser yo mismo.
Ella se lo tomaba todo con tanta normalidad, cada vez sentía menos la necesidad de ocultar mi naturaleza.
Sentí que su corazón volvía poco a poco a su ritmo habitual, alzó mi mano entre las suyas, girándola, la volví a mirar, estaba completamente concentrada en sus reflejos, parecía que estuviera buscando donde estaba el truco. Los destellos se reflejaban en su rostro dibujando colores en su piel.
- Dime qué piensas. Me sigue resultando extraño no saberlo - le susurré.
- Bueno, ya sabes, el resto nos sentimos así todo el tiempo – me dijo burlándose de mí.
Yo realmente nunca pude entender como se las apañaban sin hacerlo.
- Es una vida dura. Aún no me has contestado.
- Deseaba poder saber qué pensabas tú y … - se detuvo.
- ¿Y?
- Quería poder creer que eres real. Y deseaba no tener miedo. – dijo con un hilo de voz.
-  No quiero que estés asustada – murmuré, y era verdad, por primera vez deseaba que no tuviera miedo de mí, que se sintiera segura a mi lado. Que sintiera la misma paz que yo experimentaba en ese momento.
- Bueno, no me refería exactamente a esa clase de miedo, aunque, sin duda, es algo sobre lo que debo pensar.
Su respuesta me sorprendió, me incorporé rápidamente, sin controlar de nuevo mi velocidad, y me senté delante de Bella, sin retirar mi mano de entre las suyas, ávido de nuevo por conocer sus pensamientos, de descifrar su forma de percibir las cosas.
- Entonces, ¿de qué tienes miedo? – le murmuré invadido por la curiosidad.
Pero Bella no me prestaba atención, vi en sus ojos un brillo extraño, su corazón se aceleró de repente, parecía en trance, con sus ojos fijos en mis labios, se acercó a mí ¿Iba a besarme? La escuché aspirar, estábamos tan cerca… su aliento calentaba mis propios labios. Sentí un impulso feroz de besarla. Una necesidad, comparable solo con la ansia de sangre del primer día que la conocí, sacudió mi cuerpo estremeciéndome, extendiendo el fuego de mi garganta por todo mi cuerpo, concentrándose en mi estomago, haciendo estragos en mi cuerpo, que reaccionaba como no lo había hecho nunca, jamás había sentido nada tan poderoso. Por  un momento deseé entregarme a ese deseo. Pero, no se como, recordé mis propósitos  ¡Sin cometer errores! ¡Contrólate!.
Me alejé de ella tan rápido como pude. Escondiéndome en las sombras.
Mi cuerpo temblaba dominado por una sensación que jamás había sentido, dolorido por la separación, contuve las ganas de agazaparme a la defensiva, pero me mantuve erguido, el deseo y la necesidad de ella eran insoportables, la excitación hacía que la ponzoña corriera veloz por mis venas, expandiéndose por todo mi cuerpo. Pero no era su sangre lo que deseaba, sino abandonarme a la necesidad  de tocarla, dejarme llevar. Eso no era una opción.
La miré a los ojos ardiendo, intentando verla a ella, intentando controlar la atracción al igual que había aprendido a controlar el deseo de su sangre. Tome una bocanada de aire. Vi su rostro desconcertado mirándome, lleno de preguntas y remordimientos.
- Lo… siento, Edward.- susurró. Había conseguido que ella se sintiera culpable por mi debilidad. Quise acercarme y explicárselo, pero todavía no me sentía preparado.
- Concédeme un momento – le dije, en voz suficientemente alta para que me escuchará a través de los cerca de seis metros que nos separaban.
Conseguí pensar de nuevo con claridad, mientras mi cuerpo volvía a su estado natural, si ignoraba la frustración que rondaba todavía mi estómago,  sentía alivio, había conseguido controlar el impulso más fuerte que había sentido en mi vida.
Me acerqué a ella con cautela, atrapado en su ojos, me senté a pocos metros de ella, y me dejé caer en el suelo, con las piernas entrecruzadas. Suspiré para coger fuerzas, dos veces.
- Lo siento mucho – dije, no sabía como explicarle lo que había pasado - ¿Comprenderías a qué me refiero si te dijera que  sólo soy un hombre?
Asintió seria, sentí el olor de la adrenalina en su sangre, por primera vez desde que la conocía, el inconfundible olor del miedo, como si al fin hubiera comprendido algo que hasta ahora no veía. Entonces quise mostrarle mi naturaleza, que me conociera por completo, que entendiera la trampa que yo era. Que me viera realmente como un vampiro.
- Soy el mejor depredador del mundo, ¿no es cierto? Todo cuanto me rodea te invita a venir a mí: la voz, el rostro, incluso mi olor. ¡Como si los necesitases?
Me levanté y rodeé la pradera, a toda velocidad, hasta volver a la sombra del abeto donde antes me había cobijado. Me dominaba un extraño frenesí, que me hacía sentir libre, me empujaba a arrancar todas mis máscaras.
- ¡Como si pudieras huir de mí! – grité riendo nervioso. Arranqué una rama de medio metro de grosor, sin dificultad, y lo giré antes de lanzarlo contra otro árbol, que se agrieto con el golpe.
Volví hacia ella deteniéndome a un metro de distancia.
- ¡Como si pudieras derrotarme! – dije en voz baja. Mirándola atentamente a los ojos, atrapándola con la mirada intencionadamente. Estaba pálida y quieta, con los ojos muy abiertos, asustada, pero también fascinada.
De repente me sentí avergonzado por mi exhibición.
- No temas – murmuré arrepentido-. Te prometo…, te juro que no te haré daño.
Me acerqué lentamente, para darle la oportunidad de reaccionar, pero ella no se movió.
- No temas. – Repetí, mientras me sentaba muy cerca de ella. – Perdóname, por favor. Puedo controlarme. Me has pillado desprevenido, pero ahora me comportaré mejor.
La miré. Bella seguía paralizada, temí que hubiera entrado en Shock.
- Hoy no tengo sed. De verdad – Le dije, mientras le guiñaba un ojo, intentando cortar la tensión.
Bella se rió entonces, con risa temblorosa. Pero vi como sus hombros se relajaban.
- ¿Estás bien? – Le pregunté con suavidad, mientras volvía a colocar mi mano entre las suyas.
Miró mi mano, algo aturdida todavía, luego me miró a los ojos midiendo mi expresión arrepentida y después volvió a mirar mi mano. ¿Qué estaba pensando ahora? Despacio deslizó la yema de sus dedos por las líneas de mis manos. Entonces levantó los ojos de nuevo hacia mí, y me dedicó una tímida sonrisa, la sonrisa más dulce que yo había visto en mi vida. 
El alivio recorrió todo mi cuerpo, mientras sus dedos provocaban el comienzo del camino de una descarga eléctrica que recorrió mi cuerpo hasta la punta de mis pies.
- Bueno, ¿por dónde íbamos antes de que me comportara con tanta rudeza?
- La verdad es que no lo recuerdo – me dijo.
Yo lo recordaba perfectamente. Le sonreí, todavía intentando disculparme de nuevo con la mirada.
- Creo que estábamos hablando de por qué estabas asustada, además del motivo obvio.
- Ah, si – me dijo distraída.
- ¿Y bien? – insistí, ansioso. Pero ella miró la palma de mi mano, y continuó haciendo dibujos sobre mi palma.
- ¡Con qué facilidad me frustro!
Me miró a los ojos de nuevo, con el ceño fruncido, como si pudiera leer en ellos. ¿Qué estaría viendo? Fuera lo que fuera, le empujó a responderme, al fin.
- Tengo miedo, además de por los motivos evidentes, porque no puedo estar contigo, y porque me gustaría estarlo más de lo que debería. –Susurró avergonzada, con la vista fija de nuevo en mis manos. Mientras el rubor cubría su rostro, dándole este tono de rosado que yo adoraba.
¿No podía estar conmigo?¿A qué se refería? Ahora estaba conmigo…
- Si, es un motivo para estar asustado, desde luego. ¡Querer estar conmigo! En verdad, no te conviene nada. – disimulé.
- Lo sé. Supongo que podría intentar no desearlo, pero dudo que funcionara.
- Deseo ayudarte, de verdad que sí. Debería haberme alejado hace mucho, debería hacerlo ahora, pero no sé si soy capaz. – le dije con toda sinceridad. Tal vez si ella me lo pidiera, sentí un fuerte dolor en el pecho…
- No quiero que te vayas. – Susurró, mirándome intensamente a los ojos, no había ni un ápice de duda en sus palabras. Me sentí abrumado, y la culpabilidad volvió a golpearme. Abandoné sus ojos avergonzado.
- Irme, eso es exactamente lo que debería hacer, pero no temas, soy una criatura esencialmente egoísta. Ansío demasiado tu compañía para hacer lo correcto. – Le confesé.
- Me alegro – respondió, pude ver la satisfacción en su voz.
- ¡No lo hagas! – Dije retirando mi mano de la suya, ella seguía despreciando el peligro, quise que ella conociera el riesgo real que corría -  ¡No es sólo tu compañía lo que anhelo! Nunca lo olvides. Nunca olvides que soy más peligroso para ti de lo que los soy para cualquier otra persona.
Perdí la vista a lo lejos. Intentando recuperar la compostura.
- Creo que no comprendo exactamente a qué te refieres… Al menos la última parte.
La miré de nuevo y sonreí ante su curiosidad, que vencía siempre por delante del temor. Otro punto en común.
- ¿Cómo te explicaría? – medité -. Y sin aterrorizarte de nuevo…
Volví a tocar la mano de Bella, para sentirla mas cerca, ella la acogió entre las suyas, sujetándola. La ligera presión fue muy agradable, su calor volvió a conectar con el resto de mi cuerpo, miré nuestras manos unidas.
- Esto es asombrosamente placentero… el calor.
Me perdí un momento en la sensación, disfrutándola. Pero enseguida volví a la conversación que teníamos entre manos.
- Sabes que todos disfrutamos de diferentes sabores. Alguno prefieren el helado de chocolate y otros el de fresa – Bella asintió atenta -. Lamento emplear la analogía de la comida, pero no se me ocurre otra forma de explicártelo.
Ella sonrió ¿Cómo podía estar tan tranquila? Le devolví la sonrisa.
- Verás, cada persona huele diferente, tiene una esencia distinta. Si encierras a un alcohólico en una habitación repleta de cerveza rancia, se la beberá alegremente, pero si ha superado el alcoholismo y lo desea, podría resistirse.
»Supongamos ahora que ponemos en esa habitación una botella de brandy añejo, de cien años, el coñac más raro y exquisito y llenamos la habitación de su cálido aroma… En tal caso, ¿cómo crees que le iría?
Nos miramos a los ojos, ella fruncía los ojos, intentando comprender lo que significaban mis palabras, pero yo no me sentía satisfecho con la explicación. Seguí buscando otra analogía.
- Tal vez no sea la comparación adecuada. Puede que sea muy fácil rehusar el brandy. Quizás debería haber empleado un heroinómano en vez de un alcohólico para el ejemplo.
- Bueno - me interrumpió ella -, ¿estás diciendo que soy tu marca de heroína? – me dijo con una sonrisa inocente, totalmente fuera de lugar por el tema que tratábamos. Aunque no pude evitar devolvérsela, ella había dado justo en el clavo.
- Si, tú eres exactamente mi marca de heroína.
-¿Sucede eso con frecuencia?  - me pregunto con interés y sin muestras de estar asustada.
- He hablado con mis hermanos al respecto. Para Jasper, todos los humanos sois más de lo mismo. Él es el miembro más reciente de nuestra familia y ha de esforzarse mucho para conseguir una abstinencia completa. No ha dispuesto de tiempo para hacerse más sensible a las diferencias de olor, de sabor – mientras decía estas palabras temí estar asustándola de nuevo, la miré preocupado-. Lo siento – Le dije, estaba siendo muy desconsiderado, estaba hablando sobre personas humanas como ella.
- No me molesta. Por favor, no te preocupes por ofenderme o asustarme o lo que sea… Es así como piensas. Te entiendo, o al menos puedo intentarlo. Explícate como mejor puedas.
Le miré durante un segundo, algo perplejo por su generosidad, añadiendo la empatía a la, ya muy extensa, lista de sus cualidades. Proseguí:
- De modo que Jasper no está seguro de si alguna vez se ha cruzado con alguien tan… - busqué la palabra – tan apetecible como tú me resultas a mí. Eso me hizo reflexionar mucho. Emmett es el que hace más tiempo que ha dejado de beber, por decirlo de alguna manera, y comprende lo que quiero decir. Dice que le sucedió dos veces, una con más intensidad que la otra.
- ¿Y a ti?
- Jamás.
- ¿Qué hizo Emmett? – preguntó.
Miré para abajo, tenso, sin saber como responderle.
- Creo saberlo – dijo de repente.
La miré con tristeza, era difícil hablar de esto con alguien humano.
- Hasta el más fuerte de nosotros recae en la bebida, ¿verdad? – le dije con amargura.
- ¿Qué me pides?¿Mi permiso? – me dijo, de repente envarada -. Quiero decir, entonces, ¿no hay esperanza? – siguió algo más tranquila.
 La miré sorprendido y desconcertado.
- ¡No, no!. ¡Por supuesto que hay esperanza! Me refiero a que…, por supuesto que no voy a … - farfullé, indeciso, sin saber como explicarlo, respiré hondo y lo intenté de nuevo – Es diferente para nosotros. En cuanto a Emmett y esos dos desconocidos con los que se cruzó… Eso sucedió hace mucho tiempo y él no era tan experto y cuidadoso como lo es ahora.
La miré a los ojos, buscando el horror que deberían causarle mis palabras. Parecía algo asustada… un poco. Era increíble que todavía siguiera aquí, conmigo.
- De modo que si nos hubiéramos encontrado… en… un callejón oscuro o algo parecido… - dedujo, su voz fue disminuyendo hasta convertirse en un susurro.
- Necesité todo mi autocontrol para no abalanzarme sobre ti en medio de esa clase llena de niños y… - me detuve y busque las palabras menos amenazadoras -. Cuando pasaste a mi lado, podía haber arruinado en el acto todo lo que Carlisle ha construido para nosotros. No hubiera sido capaz de refrenarme si no hubiera estado controlando mi sed durante los últimos… bueno, demasiados años.
Miré a los árboles, intentando sacar de mi memoria las sensaciones de aquel día horrible, que sin embargo, pensé algo confuso al darme cuenta, había sido el principio del  cambiado más importante de mi existencia, como cuando me convertí en vampiro, parecía que todos los cambios trascendentales en mi vida tuvieran que pasar primero por una prueba enorme de dolor. Volví a mirarla, preguntándome como habría vivido ella aquel primer día.
- Debiste pensar que estaba loco.
- No comprendí el motivo. ¿Cómo podías odiarme con tanta rapidez…? – Ella había estado igual de perceptiva que siempre.
- Para mí, parecías una especie de demonio convocado directamente desde mi infierno particular para arruinarme. La fragancia procedente de tu piel… El primer día creí que me iba a trastornar. En esa única hora, ideé formas diferentes de engatusarte para que salieras de clase conmigo y tenerte a solas. Las rechacé todas al pensar en mi familia, en lo que podía hacerles. Tenía que huir, alejarme antes de pronunciar las palabras que te harían seguirme… - Miré dentro de sus asombrados ojos, intensamente – y tú hubieras acudido.
-Sin duda. – dijo ella con aparente seguridad, sosteniendo mi mirada.
Sacudí la cabeza con resignación y continué sincerándome, ahora que había empezado no podía parar, no quería, tenía que contárselo todo.
Le  expliqué todo lo que pasó aquel fatídico día en el que ella había estado a punto de morir. Cómo me había visto obligado a huir y como al decidir regresar, ella se había convertido en un enigma para mí. También le expliqué como la había defendido ante mi familia después del accidente y porqué me distancié de ella después de ese día.
Ella me escuchó atenta, unas veces se estremecía, otras me miraba con asombro, pero la curiosidad no dejó de brillar en ningún momento en sus ojos. Al final de mi historia, en su mirada solo quedó compasión.
La miré con ternura. Convencido de que no había una criatura igual a ella en este mundo.
- Y por todo esto – proseguí -, hubiera preferido delatarnos en aquel primer momento que herirte aquí, ahora, sin testigos ni nada que me detenga.
- ¿Por qué? – me preguntó.
- Isabella – dije, saboreando su nombre y despeinando su pelo –. No podría vivir en paz conmigo mismo si te causara daño alguno. La idea de verte inmóvil, pálida, helada… - dije mirando al suelo, avergonzado de nuevo – No volver a ver cómo te ruborizas, no ver jamás esa chispa de intuición en los ojos cuando sospechas mis intenciones… Sería insoportable – La busqué de nuevo con la mirada, encontrando el valor para confesarle la verdad, la más importante de todas -. Ahora eres lo más importante para mí, lo más importante que he tenido nunca.
Ella se miró las manos, jamás había visto su rostro tan encendido, y su corazón había empezado a latir a un ritmo frenético. Al cabo de unos segundos, que se me hicieron eternos, dijo sin atreverse a enfrentar mi mirada:
- Ya conoces mis sentimientos, por supuesto. Estoy aquí, lo que, burdamente traducido, significa que preferiría morir antes de alejarme de ti – Me quedé congelado, me lo temía, pero la confirmación era algo muy diferente. Hizo una mueca y dijo: - Soy idiota.
- Eres idiota – repetí riendo. Y yo el ser más afortunado del mundo porque lo fuera.
Por fin encontró el valor para mirarme, y nos reímos juntos, nerviosos y emocionados. Me perdí en sus enormes ojos de chocolate, atrapado en ellos y sin querer escapar jamás, si mi frío corazón pudiera… habría salido volando.
- Y de ese modo el león se enamoró de la oveja… - murmuré.
Ella se estremeció y me privó de sus ojos de nuevo.
- ¡Que oveja tan estúpida! – dijo en un susurro.
- ¡Qué león tan morboso y masoquista!.
Miré al bosque un momento, abrumado, el alivio recorría mi cuerpo y la esperanza brillaba de nuevo en mi interior, ella lo sabía todo de mí y me amaba de todas formas.
- ¿Por qué…? – empezó a preguntar, pero dejó la pregunta suspendida en el aire.
Sonreí ampliamente ¿algún día se acabarían nuestros porqués?.
- ¿Si? – pregunté animándola a continuar.
- Dime por qué huiste antes.
La sonrisa se borró de mis labios.
- Sabes el porqué.
- No, lo que quería decir exactamente es ¿qué hice mal? Ya sabes, voy a tener que estar en guardia, por lo que será mejor aprender qué es lo que no debería hacer. Esto, por ejemplo – dijo acariciando mi mano -, parece que no te hace mal.
Sonreí conmovido por su dulzura.
- Bella, no hiciste nada mal. Fue culpa mía.
- Pero quiero ayudar – insistió -, hacértelo más llevadero.
- Bueno… - ¿Qué era exactamente lo que me había hecho huir? Me pregunté a mi mismo-. Sólo fue lo cerca que estuviste. Por instinto, la mayoría de los hombres nos rehuyen repelidos por nuestra diferenciación… No esperaba que te acercaras tanto, y el olor de tu garganta… - ¡Ops! La miré temiendo haberla asustado.
- De acuerdo – dijo ella con fingida despreocupación  y tapándose el cuello -, nada de exponer la garganta.
Adoraba su sentido del humor.
- No, en realidad, fue más la sorpresa que cualquier otra cosa.
Alcé la mano y la coloqué con sumo cuidado a un lado de su garganta. A pesar de la emoción por tocarla, me sentía controlado, su corazón empezó a latir desbocado  y sentí sus pulsaciones debajo de mi mano, el fuego de mi garganta se avivó, pero estaba también bajo control.
- Ya lo ves. Todo está en orden. – le dije satisfecho conmigo mismo, sus mejillas se tornaron de color carmesí-. El rubor de tus mejillas es adorable.
Saqué la mano de entre las suyas y la dirigí a su rostro, acariciando su mejilla caliente, ella tenía los ojos clavados en los míos,  y pude ver en ellos que le satisfacía mi contacto.
- ¡Quédate muy quieta!
Sostuve su rostro orientándolo hacia un lado, y apoyé mi cara en su cálido cuello, sentí como la sangre circulaba por su yugular palpitando tentadora, prendiendo inmediatamente el fuego de mi garganta, alejé ese pensamiento, conteniendo la respiración, manteniendo la calma, deslice mis manos por su cuello, despacio, sintiendo su suave piel bajo mis dedos hasta llegar a sus hombros,  dibujando su contorno, entonces entendí que lo que su sangre me estaba gritando no era que la tomara, si no que ella estaba viva y que su corazón estaba latiendo con esa fuerza para mí, me deslicé hasta él, para escucharlo mejor, apoyándome en su suave pecho. Su pulso me golpeaba sutilmente en la mejilla, el sonido hacía eco dentro de mi propio cuerpo, haciéndome sentir vivo, como si latiera para los dos. Era el sonido más hermoso del mundo, la prueba de que ella estaba aquí conmigo. Dejé escapar un suspiro volviendo a respirar, sabiendo que podía controlarlo. Con los ojos cerrados dejé que todas las sensaciones de ese momento me embargaran, disfruté de la sensación de estar tan cerca de ella, tocándola por fin, y su calor fue calentando mi propia piel. Noté como su pulso también se apaciguaba. Podría estar así el resto de mi existencia. Era la felicidad en estado puro.
Cuando me incorporé sentí que había triunfado, que había pasado la prueba, Alice pasó fugazmente por mi mente, convencido de que había una opción que ya no vería, me hubiera gustado decirle que ya no sentía la necesidad de que me vigilara.
- No volverá a ser tan arduo – le aseguré satisfecho.
- ¿Te ha resultado difícil? – me preguntó.
- No ha sido tan difícil como había supuesto. ¿Y a ti? – me preocupé por si le había molestado, por si había tenido miedo.
- No, para mí no lo ha sido en absoluto. – Contestó, enfatizando cada palabra, con una mirada pícara.
- Sabes a qué me refiero – Le dije sin poder contener una sonrisa ante su tímida provocación.
Ella me devolvió una sonrisa traviesa como respuesta.
- Toca – le dije, tomando su mano y acercándola a mi mejilla, ahora cálida después de haber estado contra su cuerpo -. ¿Notas qué caliente está?
Su roce volvió a descargar en todo mi cuerpo. Sus ojos se volvieron vidriosos.
- No te muevas – me dijo.
Cerré los ojos y sentí como movía su mano por mi rostro, como si fuera suave satén, deslizó sus dedos acariciando mis ojos hasta llegar lentamente a mi boca… al respirar sentí el cálido sabor de su piel en mi lengua, pero me obligué a seguir respirando, controlando el dolor, pero este no se quedo en su sitio habitual, al notar como la yema de sus dedos presionaban mis labios el fuego bajó a través de mi pecho, con la misma intensidad, inundando todo mi cuerpo, prendiéndome en llamas. El dolor se entremezclaba con un extraño placer que jamás había sentido, que cambiaba mi cuerpo y como antes, lo más arduo fue contener mis ganas de tocarla, de atrapar sus labios en los míos y saborear el sabor de su aliento… me obligué a estarme quieto y tomar el control, y lo conseguí, no sin esfuerzo.
Abrí los ojos, sabiendo que ella vería mi lucha reflejada en ellos, mi controlada pasión, escuché como se le aceleraba otra vez el pulso.
- Querría – susurré – querría que pudieras sentir la complejidad… la confusión que yo siento, que pudieras entenderlo.
Acaricié su pelo, negándome a dejar de tocarla, y acaricié de nuevo su rostro.
- Dímelo – me dijo.
- Dudo que sea capaz. Por una parte, ya te he hablado del hambre…, la sed, y te he dicho la criatura deplorable que soy y lo que siento por ti. Creo que, por extensión, lo puedes comprender, aunque probablemente no puedas identificarte por completo al no ser adicta a ninguna droga. Pero hay otros apetitos… - Le dije mientras acariciaba sus dulces labios con la yema helada de mis dedos, note como se estremecía igual que yo -, apetitos que ni siquiera entiendo, que me son ajenos.
- Puede que lo entienda mejor de lo que creer – me dijo con voz torturada.
- No estoy acostumbrado a tener apetitos tan humanos. ¿Siempre es así?
- No se – me dijo despacio, mirándome con intensidad –. Para mí también es la primera vez.
Sus palabras me reconfortaron, los dos estábamos igual de perdidos en esto, pero juntos descubriríamos el camino, aunque yo parecía realmente más asustado que ella.
- No sé lo cerca que puedo estar de ti – confesé -. No se si podré…
No terminé la frase, ella se inclinó lentamente hacia mí, me preparé para su cercanía. Apoyó sus manos en mi duro pecho y posó su mejilla en él.
- Esto basta.
Cerré los ojos y la envolví con mis brazos, hundiendo mi rostro en su suave cabello, me obligué a respirar con normalidad, luchando contra mi eterno fuego. Aunque en ese momento sufrirlo me pareció un precio muy bajo a pagar, a cambio de todo lo demás que me daba, del placer y la paz que sentía al tenerla entre mis brazos, al sentirla mía.
- Se te da mejor de lo que tú mismo crees – me dijo.
- Tengo instintos humanos. – le contesté – Puede que estén enterrados muy hondo, pero están ahí.
Permanecimos unidos hasta que sentí que movía su cabeza hacia el bosque, que empezaba a declinar la luz. Supuse que debía marcharse.
- Tienes que irte – susurré
- Creía que no podías leer mi mente – me recriminó.
- Cada vez resulta más fácil. – Le dije, recordando todo lo que había aprendido de ella en los últimos dos días. Y ella de mí… aunque no todo. Se me ocurrió una idea.
- ¿Te puedo enseñar algo?
- ¿El qué?
- Te voy a enseñar cómo viajo por el bosque.
Un repentino miedo apareció en el rostro de Bella. Me contuve para no reírme.
- No te preocupes- le dije-, vas a estar a salvo, y llegaremos al coche mucho antes.
Le sonreí divertido para infundirle confianza.
- ¿Te vas a convertir en murciélago? – me preguntó con recelo.
Rompí a reír con fuerza ante su ocurrencia, aunque tampoco debería extrañarme tanto.
- ¡Como si no hubiera oído eso antes!. – dije entre risas.
- Vale, ya veo que no voy a conseguir quedarme contigo. – me dijo, pero no muy convencida.
- Vamos, pequeña cobarde, súbete a mi espalda.
Me miró con desconfianza, calculando, supuse, si ahora hablaba en serio o no. Extendí mis brazos invitándola, mi cuerpo se estremeció impaciente deseando su contacto de nuevo. Escuché como su corazón respondía antes que ella a mi invitación.
Cuando al fin se decidió la ayudé a subirse, con cuidado para no dañarla, una vez colocada se aferró a mi con todas sus fuerzas.
- Peso un poco más de la media de las mochilas que sueles llevar.
- ¡Bah! – dije, poniendo los ojos en blanco, su peso era liviano y agradable.
Atrapé su mano, que se aferraba con fuerza a mi pecho, para acercarla a mi rostro, inhalando su aroma.
- Cada vez más fácil – musité.
Entonces miré al frente, sintiéndome pletórico y libre, y eché a correr mientras su corazón golpeaba mi espalda.

Los árboles eran un borrón verde a nuestro alrededor, mientras cortábamos el aire, correr siempre había sido una de las experiencias más liberadoras de mi existencia, casi la única cosa buena que me había regalado mi especie. Pero ahora, con Bella a mi espalda, todo cobraba otro sentido, siempre me había faltado algo… y ahora me sentía completo. Sus brazos atrapándome, sus latidos marcando mi paso, su aliento en mi cuello. Su peso no era una carga que hacía mis movimientos más pesado, sino que era una liberación que me hacía sentir más ligero.
Rememoré cada uno de los momentos en el prado en los que su cercanía me había turbado, y en como había conseguido controlar la parte mas horrible  de mí… y tomé una decisión, la tome conscientemente y esperé a que mi móvil sonara en consecuencia, pero se mantuvo en silencio en mi bolsillo y una sonrisa de anticipación se dibujó en mis labios.
Me detuve al lado de su camioneta, ansioso por saber si había disfrutado de la carrera, habíamos tardado solo unos minutos.
- Estimulante, ¿verdad? – le dije con entusiasmo.
Pero no me contestó, ni si quiera se movía, sentí su corazón desbocado contra mi cuerpo, y sus brazo aferrados a mi con la misma fuerza.
- ¿Bella? – la llamé inquieto.
- Creo que necesito tumbarme – dijo con un hilo de voz, casi sin aliento.
- Ah, perdona. – Le dije, esperando que hiciera algún movimiento, pero siguió congelada detrás de mí.
- Creo que necesito ayuda.
Reí mientras cogía sus manos, totalmente agarrotadas alrededor de mi cuello, la di la vuelta con cuidado, sujetándole con un brazo las piernas y con otro su espalda, la apoyé contra mi cuerpo acunándola durante un breve momento entre mis brazos, después la coloqué con sumo cuidado sobre unos helechos.
- ¿Qué tal te encuentras?
- Mareada, creo.
- Pon la cabeza entre las rodillas.
Obedeció y se quedó así un rato que me pareció interminable, me senté a su lado esperando a que se recuperara.
- Supongo que no  fue una buena idea – susurré.
- No, ha sido muy interesante.- me dijo con voz débil, al levantar el rostro hacia mi pude ver lo pálida que estaba.
- ¡Vaya! Estás blanca como un fantasma, tan blanca como yo mismo. – Me recordó al día de la prueba de RH en el colegio. La próxima vez iríamos con más cuidado.
- Creo que debería haber cerrado los ojos.
- Recuérdalo la próxima vez.
- ¡¿La próxima vez?!
Me reí ante la cara de horror que le causaba la idea. 
- Fanfarrón. –musitó, pensando que estaba bromeando.
El color empezaba a volver a su rostro, solo estaba un poquito mareada… y yo estaba impaciente y temeroso de que se tambaleara mi resolución, ella mantenía los ojos cerrados, me acerqué despacio a ella y le dije:
- Bella, abre los ojos – le dije con suavidad, casi sin poder contener mi emoción, ella obedeció clavando su preciosos ojos en los míos - Mientras corría, he estado pensando…
- …en no estrellarnos contra los árboles, espero.
 Tonta Bella- reí ante su ocurrencia -. Correr es mi segunda naturaleza, no es algo en lo que tenga que pensar.
- Fanfarrón – repitió.
Sonreí, pero lo dejé pasar, no iba a desviarme del tema.
- No. He pensado que había algo que quería probar.
Despacio, puse mis manos en la suave piel de sus mejillas, que habían recuperado súbitamente el color al adivinar mis intenciones, me acerqué despacio, controlando las sensaciones, conteniendo la urgencia, miré sus labios que me esperaban temblorosos y contuve la respiración. Me incliné despacio sintiendo como el calor de sus labios empezaba a calentar los míos, esperé un segundo y por fin recorté el espacio que quedaba entre nosotros, el roce de su beso era suave y ardiente, y hizo que se estremeciera todo mi cuerpo, cada poro de mi piel deseaba el contacto de la suya, mi mente empezó a nublarse, y el resto del mundo empezó a desvanecerse a nuestro alrededor, como vampiro, mi mente siempre acaparaba la atención de varias cosas a la vez, solo en el momento de la caza apagábamos el resto de nuestros sentidos para concentrarnos solamente en el instinto. Pero en aquel momento me pasó algo parecido, todo fue desapareciendo y solo existían  su cuerpo y el mío y el anhelo de más... decidí separarme, antes de que el mundo desapareciera por completo y me perdiera en ella,  pero cuando todavía no había hecho el ademán de alejarme, Bella gimió todavía entre mis labios, sentí su boca entreabierta que se apretaba más a la mía aspirando mi aliento, sus manos aferraron mi cabello con fuerza atrayéndome más hacia ella,  la dulce urgencia que me había invadido hacía un momento explotó en un deseo voraz. Contuve el impulso de aspirar para saborear su sabor, sentir el calor de su aliento y mi garganta estalló en llamas ante la perspectiva. Automáticamente me paralicé con precaución, con cuidado pero con firmeza separé la cara de Bella de la mía, apenas unos centímetros, y la miré a los ojos advirtiéndola con la mirada, en sus ojos desfilaron distintas emociones a cámara rápida, frustración, enfado, compresión y arrepentimiento.
- ¡Huy! – musitó.
-Eso es quedarse corto. – Le dije despacio, sentí que poco a poco mi cuerpo iba calmándose, recuperando la compostura.
- ¿Debería…? – empezó a decir Bella mientras intentaba apartarse de mí.
- No – le dije, mientras la sostenía a mi lado con firmeza, sorprendido gratamente por lo rápido que estaba recuperando el control, y lo fácil que me había resultado separarme -. Es soportable. Aguarda un momento, por favor.
Los ojos de Bella seguían clavados en los míos, sentí que el instinto de protección que ella despertaba en mí, acababa de calmarme y le sonreí muy satisfecho conmigo mismo.
- ¡Listo!.
- ¿Soportable? – repitió, frunciendo el ceño.
- Soy más fuerte de lo que pensaba – contesté, mientras la tensión y el alivio rompían en una risa nerviosa -. Bueno es saberlo.
- Desearía poder decir lo mismo. Lo siento.  – Me dijo algo avergonzada, bajando al suelo la mirada.
Me agaché un poco para reencontrarme con sus ojos.
- Después de todo, sólo eres humana. – le dije, ocultando lo orgulloso que me sentía por hacerla perder así el control.
- Muchas gracias. – me dijo algo picada.
Me levanté de un salto y le ofrecí mi mano para ayudarla a levantarse. Miró extrañada mi gesto, y pensé que todo este tiempo había sido muy poco caballeroso a causa de mi exceso de precaución… y eso iba a cambiar a partir de ahora. Ella aceptó mi mano y la ayudé, sosteniéndola cuando vi que todavía se tambaleaba un poco.
- ¿Sigues estando débil a causa de la carrera? ¿O ha sido mi pericia al besar? – le dije  mientras me deleitaba con el rubor de sus mejillas.
- No puedo estar segura, aún sigo grogui. Creo que es un poco de ambas cosas – me dijo con una mirada pícara.
- Tal vez deberías dejarme conducir. – Dudé de su capacidad.
- ¿Estás loco? – protestó al instante.
- Conduzco mejor que tú en tu mejor día. Tus reflejos son mucho más lentos.
- Estoy segura de eso, pero creo que ni mis nervios ni mi coche seríamos capaces de soportarlo.
- Un poco de confianza, Bella, por favor.
Me pareció que estaba a punto de ceder, pero entonces frunció los labios y dijo:
-  No. Ni en broma.
La miré sorprendido, calculando si debía permitírselo o no, pero cuando se apartó de mi para dirigirse al asiento del conductor se tambaleó y casi pierde el equilibrio, volé a su lado para sujetarla, envolviendo su cintura con mis brazos.
- Bella, llegados a este punto, ya he invertido un enorme esfuerzo personal en mantenerte viva. No voy a dejar que te pongas detrás del volante de un coche cuando ni siquiera puedes caminar en línea recta. Además, no hay que dejar que los amigos conduzcan borrachos.
Suspiró rindiéndose al fin.
- No puedo rebatirlo – dijo mientras dejaba caer las llaves con resignación, las cogí rápidamente -. Con calma… Mi camioneta es una señora mayor.
- Muy sensata – reí.
- ¿Y tú no estás afectado por mi presencia? – me dijo suspicaz.
La miré a los ojos, pensando en todas las maneras en las que Bella me afectaba, ya solo el hecho de perderme en su mirada… me acerqué despacio besé con cuidado su mandíbula recorriendo con mis labios el suave camino entre su oreja y su mentón, disfrutando de su calor y su suavidad, pero sobre todo de los latidos de su corazón que se dispararon como locos bajo su pecho. Ella también se veía bastante afectada por mi presencia, me dije algo pagado de mi mismo, contuve una sonrisa.
- Pase lo que pase – le susurré al oído -, tengo mejores reflejos.

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