viernes, 24 de septiembre de 2010

Capítulo 15. El prado.

Avancé despacio, hasta que noté como el calor del sol me envolvía, ignoré los destellos que desprendía las partes expuestas de mi cuerpo. Clavé mis ojos en los ojos de Bella, analizando cada uno de sus gestos. Buscando en ellos lo que yo más temía.
La curiosidad de su rostro se fue transformando en asombro, me acerqué un poco, ella no se movió ni un ápice, todavía en shock, pensé, pero no había nada en su rostro que me indicara que sentía miedo o repulsión, me miraba como si intentara resolver un enigma, decidí tumbarme en la hierba, me desabotoné toda la camiseta, y me tendí bajo el sol inmóvil, para que pudiera examinarme a placer.
Ella se sentó a mi lado, abrazándose las piernas, parecía hipnotizada por los destellos de mi piel, la miré ansioso, volvió sus ojos hacia los míos, despacio, como si le costara apartarlos de mi cuerpo, y me dedico una pequeña sonrisa tranquilizadora antes de volver rápidamente los ojos de nuevo hacia mi piel. Sentí como el alivio recorría todo mi cuerpo, cerré los ojos sintiendo como mi cuerpo se relajaba. Ahora que parecía evidente que no iba a huir gritando, sentí una enorme paz, esperaría a que ella rompiera el silencio, cuando estuviera preparada.
Pero la paciencia no era una de mis virtudes cuando se trataba de Bella, hice un esfuerzo, y empecé a tararear para mi mismo su nana, eso me tranquilizó.
- Te tiemblan los labios… - susurro.
- Estoy cantando para mi mismo. – le dije.
La brisa movía sus cabellos, esparciendo su delicioso aroma que se hacía mas dulce todavía al sol, pero el dolor que me causaba estaba totalmente bajo control, ahora que mi ansiedad había desaparecido.
Sentí que Bella se movía, abrí los ojos y vi como estiraba su mano hacia la mía, con indecisión, rozó mi mano con el dedo, muy suavemente, trazando círculos sobre mi piel, el calor de su contacto se extendió por todo mi cuerpo, lentamente, como en ondas de distintas intensidades. Ella buscó mi mirada, sus ojos reflejaban fascinación. Sonreí feliz.
- ¿No te asusto? – le pregunté.
- No más que de costumbre.
Sonreí ampliamente ante su respuesta. Bella se movió despacio, aproximándose más a mí, el calor que desprendía su cuerpo me acarició. Posó la mano en mi antebrazo trazando el contorno con las yemas de sus cálidos y temblorosos dedos, la calidez de su tacto envió una corriente a trabes de todo mi sistema nervioso, jamás había sentido nada así, cerré los ojos de nuevo concentrándome en esa sensación completamente nueva para mí.
- ¿Te molesta? – me pregunto en un susurro.
- No – respondí sin abrir los ojos -, no te puedes ni imaginar cómo se siente eso.
Un suspiro se escapó de mis labios. Bella continuó acariciándome, subiendo del codo hacia arriba, con mucha suavidad, sus dedos iban dejando un rastro de cosquilleo a su paso, una especie de anhelo dibujado en mi piel. Estiró la otra mano dirigiéndola hacia la mía, al notar la presión la giré, intuyendo sus intenciones, demasiado rápido, su otra mano se paralizó en el brazo, su respiración se congeló y su corazón empezó a palpitar mas deprisa. Ops. La miré un segundo par comprobar que estaba bien, volvía a respirar.
- Lo siento – me disculpé cerrando los ojos de nuevo -. Contigo, resulta demasiado fácil ser yo mismo.
Ella se lo tomaba todo con tanta normalidad, cada vez sentía menos la necesidad de ocultar mi naturaleza.
Sentí que su corazón volvía poco a poco a su ritmo habitual, alzó mi mano entre las suyas, girándola, la volví a mirar, estaba completamente concentrada en sus reflejos, parecía que estuviera buscando donde estaba el truco. Los destellos se reflejaban en su rostro dibujando colores en su piel.
- Dime qué piensas. Me sigue resultando extraño no saberlo - le susurré.
- Bueno, ya sabes, el resto nos sentimos así todo el tiempo – me dijo burlándose de mí.
Yo realmente nunca pude entender como se las apañaban sin hacerlo.
- Es una vida dura. Aún no me has contestado.
- Deseaba poder saber qué pensabas tú y … - se detuvo.
- ¿Y?
- Quería poder creer que eres real. Y deseaba no tener miedo. – dijo con un hilo de voz.
-  No quiero que estés asustada – murmuré, y era verdad, por primera vez deseaba que no tuviera miedo de mí, que se sintiera segura a mi lado. Que sintiera la misma paz que yo experimentaba en ese momento.
- Bueno, no me refería exactamente a esa clase de miedo, aunque, sin duda, es algo sobre lo que debo pensar.
Su respuesta me sorprendió, me incorporé rápidamente, sin controlar de nuevo mi velocidad, y me senté delante de Bella, sin retirar mi mano de entre las suyas, ávido de nuevo por conocer sus pensamientos, de descifrar su forma de percibir las cosas.
- Entonces, ¿de qué tienes miedo? – le murmuré invadido por la curiosidad.
Pero Bella no me prestaba atención, vi en sus ojos un brillo extraño, su corazón se aceleró de repente, parecía en trance, con sus ojos fijos en mis labios, se acercó a mí ¿Iba a besarme? La escuché aspirar, estábamos tan cerca… su aliento calentaba mis propios labios. Sentí un impulso feroz de besarla. Una necesidad, comparable solo con la ansia de sangre del primer día que la conocí, sacudió mi cuerpo estremeciéndome, extendiendo el fuego de mi garganta por todo mi cuerpo, concentrándose en mi estomago, haciendo estragos en mi cuerpo, que reaccionaba como no lo había hecho nunca, jamás había sentido nada tan poderoso. Por  un momento deseé entregarme a ese deseo. Pero, no se como, recordé mis propósitos  ¡Sin cometer errores! ¡Contrólate!.
Me alejé de ella tan rápido como pude. Escondiéndome en las sombras.
Mi cuerpo temblaba dominado por una sensación que jamás había sentido, dolorido por la separación, contuve las ganas de agazaparme a la defensiva, pero me mantuve erguido, el deseo y la necesidad de ella eran insoportables, la excitación hacía que la ponzoña corriera veloz por mis venas, expandiéndose por todo mi cuerpo. Pero no era su sangre lo que deseaba, sino abandonarme a la necesidad  de tocarla, dejarme llevar. Eso no era una opción.
La miré a los ojos ardiendo, intentando verla a ella, intentando controlar la atracción al igual que había aprendido a controlar el deseo de su sangre. Tome una bocanada de aire. Vi su rostro desconcertado mirándome, lleno de preguntas y remordimientos.
- Lo… siento, Edward.- susurró. Había conseguido que ella se sintiera culpable por mi debilidad. Quise acercarme y explicárselo, pero todavía no me sentía preparado.
- Concédeme un momento – le dije, en voz suficientemente alta para que me escuchará a través de los cerca de seis metros que nos separaban.
Conseguí pensar de nuevo con claridad, mientras mi cuerpo volvía a su estado natural, si ignoraba la frustración que rondaba todavía mi estómago,  sentía alivio, había conseguido controlar el impulso más fuerte que había sentido en mi vida.
Me acerqué a ella con cautela, atrapado en su ojos, me senté a pocos metros de ella, y me dejé caer en el suelo, con las piernas entrecruzadas. Suspiré para coger fuerzas, dos veces.
- Lo siento mucho – dije, no sabía como explicarle lo que había pasado - ¿Comprenderías a qué me refiero si te dijera que  sólo soy un hombre?
Asintió seria, sentí el olor de la adrenalina en su sangre, por primera vez desde que la conocía, el inconfundible olor del miedo, como si al fin hubiera comprendido algo que hasta ahora no veía. Entonces quise mostrarle mi naturaleza, que me conociera por completo, que entendiera la trampa que yo era. Que me viera realmente como un vampiro.
- Soy el mejor depredador del mundo, ¿no es cierto? Todo cuanto me rodea te invita a venir a mí: la voz, el rostro, incluso mi olor. ¡Como si los necesitases?
Me levanté y rodeé la pradera, a toda velocidad, hasta volver a la sombra del abeto donde antes me había cobijado. Me dominaba un extraño frenesí, que me hacía sentir libre, me empujaba a arrancar todas mis máscaras.
- ¡Como si pudieras huir de mí! – grité riendo nervioso. Arranqué una rama de medio metro de grosor, sin dificultad, y lo giré antes de lanzarlo contra otro árbol, que se agrieto con el golpe.
Volví hacia ella deteniéndome a un metro de distancia.
- ¡Como si pudieras derrotarme! – dije en voz baja. Mirándola atentamente a los ojos, atrapándola con la mirada intencionadamente. Estaba pálida y quieta, con los ojos muy abiertos, asustada, pero también fascinada.
De repente me sentí avergonzado por mi exhibición.
- No temas – murmuré arrepentido-. Te prometo…, te juro que no te haré daño.
Me acerqué lentamente, para darle la oportunidad de reaccionar, pero ella no se movió.
- No temas. – Repetí, mientras me sentaba muy cerca de ella. – Perdóname, por favor. Puedo controlarme. Me has pillado desprevenido, pero ahora me comportaré mejor.
La miré. Bella seguía paralizada, temí que hubiera entrado en Shock.
- Hoy no tengo sed. De verdad – Le dije, mientras le guiñaba un ojo, intentando cortar la tensión.
Bella se rió entonces, con risa temblorosa. Pero vi como sus hombros se relajaban.
- ¿Estás bien? – Le pregunté con suavidad, mientras volvía a colocar mi mano entre las suyas.
Miró mi mano, algo aturdida todavía, luego me miró a los ojos midiendo mi expresión arrepentida y después volvió a mirar mi mano. ¿Qué estaba pensando ahora? Despacio deslizó la yema de sus dedos por las líneas de mis manos. Entonces levantó los ojos de nuevo hacia mí, y me dedicó una tímida sonrisa, la sonrisa más dulce que yo había visto en mi vida. 
El alivio recorrió todo mi cuerpo, mientras sus dedos provocaban el comienzo del camino de una descarga eléctrica que recorrió mi cuerpo hasta la punta de mis pies.
- Bueno, ¿por dónde íbamos antes de que me comportara con tanta rudeza?
- La verdad es que no lo recuerdo – me dijo.
Yo lo recordaba perfectamente. Le sonreí, todavía intentando disculparme de nuevo con la mirada.
- Creo que estábamos hablando de por qué estabas asustada, además del motivo obvio.
- Ah, si – me dijo distraída.
- ¿Y bien? – insistí, ansioso. Pero ella miró la palma de mi mano, y continuó haciendo dibujos sobre mi palma.
- ¡Con qué facilidad me frustro!
Me miró a los ojos de nuevo, con el ceño fruncido, como si pudiera leer en ellos. ¿Qué estaría viendo? Fuera lo que fuera, le empujó a responderme, al fin.
- Tengo miedo, además de por los motivos evidentes, porque no puedo estar contigo, y porque me gustaría estarlo más de lo que debería. –Susurró avergonzada, con la vista fija de nuevo en mis manos. Mientras el rubor cubría su rostro, dándole este tono de rosado que yo adoraba.
¿No podía estar conmigo?¿A qué se refería? Ahora estaba conmigo…
- Si, es un motivo para estar asustado, desde luego. ¡Querer estar conmigo! En verdad, no te conviene nada. – disimulé.
- Lo sé. Supongo que podría intentar no desearlo, pero dudo que funcionara.
- Deseo ayudarte, de verdad que sí. Debería haberme alejado hace mucho, debería hacerlo ahora, pero no sé si soy capaz. – le dije con toda sinceridad. Tal vez si ella me lo pidiera, sentí un fuerte dolor en el pecho…
- No quiero que te vayas. – Susurró, mirándome intensamente a los ojos, no había ni un ápice de duda en sus palabras. Me sentí abrumado, y la culpabilidad volvió a golpearme. Abandoné sus ojos avergonzado.
- Irme, eso es exactamente lo que debería hacer, pero no temas, soy una criatura esencialmente egoísta. Ansío demasiado tu compañía para hacer lo correcto. – Le confesé.
- Me alegro – respondió, pude ver la satisfacción en su voz.
- ¡No lo hagas! – Dije retirando mi mano de la suya, ella seguía despreciando el peligro, quise que ella conociera el riesgo real que corría -  ¡No es sólo tu compañía lo que anhelo! Nunca lo olvides. Nunca olvides que soy más peligroso para ti de lo que los soy para cualquier otra persona.
Perdí la vista a lo lejos. Intentando recuperar la compostura.
- Creo que no comprendo exactamente a qué te refieres… Al menos la última parte.
La miré de nuevo y sonreí ante su curiosidad, que vencía siempre por delante del temor. Otro punto en común.
- ¿Cómo te explicaría? – medité -. Y sin aterrorizarte de nuevo…
Volví a tocar la mano de Bella, para sentirla mas cerca, ella la acogió entre las suyas, sujetándola. La ligera presión fue muy agradable, su calor volvió a conectar con el resto de mi cuerpo, miré nuestras manos unidas.
- Esto es asombrosamente placentero… el calor.
Me perdí un momento en la sensación, disfrutándola. Pero enseguida volví a la conversación que teníamos entre manos.
- Sabes que todos disfrutamos de diferentes sabores. Alguno prefieren el helado de chocolate y otros el de fresa – Bella asintió atenta -. Lamento emplear la analogía de la comida, pero no se me ocurre otra forma de explicártelo.
Ella sonrió ¿Cómo podía estar tan tranquila? Le devolví la sonrisa.
- Verás, cada persona huele diferente, tiene una esencia distinta. Si encierras a un alcohólico en una habitación repleta de cerveza rancia, se la beberá alegremente, pero si ha superado el alcoholismo y lo desea, podría resistirse.
»Supongamos ahora que ponemos en esa habitación una botella de brandy añejo, de cien años, el coñac más raro y exquisito y llenamos la habitación de su cálido aroma… En tal caso, ¿cómo crees que le iría?
Nos miramos a los ojos, ella fruncía los ojos, intentando comprender lo que significaban mis palabras, pero yo no me sentía satisfecho con la explicación. Seguí buscando otra analogía.
- Tal vez no sea la comparación adecuada. Puede que sea muy fácil rehusar el brandy. Quizás debería haber empleado un heroinómano en vez de un alcohólico para el ejemplo.
- Bueno - me interrumpió ella -, ¿estás diciendo que soy tu marca de heroína? – me dijo con una sonrisa inocente, totalmente fuera de lugar por el tema que tratábamos. Aunque no pude evitar devolvérsela, ella había dado justo en el clavo.
- Si, tú eres exactamente mi marca de heroína.
-¿Sucede eso con frecuencia?  - me pregunto con interés y sin muestras de estar asustada.
- He hablado con mis hermanos al respecto. Para Jasper, todos los humanos sois más de lo mismo. Él es el miembro más reciente de nuestra familia y ha de esforzarse mucho para conseguir una abstinencia completa. No ha dispuesto de tiempo para hacerse más sensible a las diferencias de olor, de sabor – mientras decía estas palabras temí estar asustándola de nuevo, la miré preocupado-. Lo siento – Le dije, estaba siendo muy desconsiderado, estaba hablando sobre personas humanas como ella.
- No me molesta. Por favor, no te preocupes por ofenderme o asustarme o lo que sea… Es así como piensas. Te entiendo, o al menos puedo intentarlo. Explícate como mejor puedas.
Le miré durante un segundo, algo perplejo por su generosidad, añadiendo la empatía a la, ya muy extensa, lista de sus cualidades. Proseguí:
- De modo que Jasper no está seguro de si alguna vez se ha cruzado con alguien tan… - busqué la palabra – tan apetecible como tú me resultas a mí. Eso me hizo reflexionar mucho. Emmett es el que hace más tiempo que ha dejado de beber, por decirlo de alguna manera, y comprende lo que quiero decir. Dice que le sucedió dos veces, una con más intensidad que la otra.
- ¿Y a ti?
- Jamás.
- ¿Qué hizo Emmett? – preguntó.
Miré para abajo, tenso, sin saber como responderle.
- Creo saberlo – dijo de repente.
La miré con tristeza, era difícil hablar de esto con alguien humano.
- Hasta el más fuerte de nosotros recae en la bebida, ¿verdad? – le dije con amargura.
- ¿Qué me pides?¿Mi permiso? – me dijo, de repente envarada -. Quiero decir, entonces, ¿no hay esperanza? – siguió algo más tranquila.
 La miré sorprendido y desconcertado.
- ¡No, no!. ¡Por supuesto que hay esperanza! Me refiero a que…, por supuesto que no voy a … - farfullé, indeciso, sin saber como explicarlo, respiré hondo y lo intenté de nuevo – Es diferente para nosotros. En cuanto a Emmett y esos dos desconocidos con los que se cruzó… Eso sucedió hace mucho tiempo y él no era tan experto y cuidadoso como lo es ahora.
La miré a los ojos, buscando el horror que deberían causarle mis palabras. Parecía algo asustada… un poco. Era increíble que todavía siguiera aquí, conmigo.
- De modo que si nos hubiéramos encontrado… en… un callejón oscuro o algo parecido… - dedujo, su voz fue disminuyendo hasta convertirse en un susurro.
- Necesité todo mi autocontrol para no abalanzarme sobre ti en medio de esa clase llena de niños y… - me detuve y busque las palabras menos amenazadoras -. Cuando pasaste a mi lado, podía haber arruinado en el acto todo lo que Carlisle ha construido para nosotros. No hubiera sido capaz de refrenarme si no hubiera estado controlando mi sed durante los últimos… bueno, demasiados años.
Miré a los árboles, intentando sacar de mi memoria las sensaciones de aquel día horrible, que sin embargo, pensé algo confuso al darme cuenta, había sido el principio del  cambiado más importante de mi existencia, como cuando me convertí en vampiro, parecía que todos los cambios trascendentales en mi vida tuvieran que pasar primero por una prueba enorme de dolor. Volví a mirarla, preguntándome como habría vivido ella aquel primer día.
- Debiste pensar que estaba loco.
- No comprendí el motivo. ¿Cómo podías odiarme con tanta rapidez…? – Ella había estado igual de perceptiva que siempre.
- Para mí, parecías una especie de demonio convocado directamente desde mi infierno particular para arruinarme. La fragancia procedente de tu piel… El primer día creí que me iba a trastornar. En esa única hora, ideé formas diferentes de engatusarte para que salieras de clase conmigo y tenerte a solas. Las rechacé todas al pensar en mi familia, en lo que podía hacerles. Tenía que huir, alejarme antes de pronunciar las palabras que te harían seguirme… - Miré dentro de sus asombrados ojos, intensamente – y tú hubieras acudido.
-Sin duda. – dijo ella con aparente seguridad, sosteniendo mi mirada.
Sacudí la cabeza con resignación y continué sincerándome, ahora que había empezado no podía parar, no quería, tenía que contárselo todo.
Le  expliqué todo lo que pasó aquel fatídico día en el que ella había estado a punto de morir. Cómo me había visto obligado a huir y como al decidir regresar, ella se había convertido en un enigma para mí. También le expliqué como la había defendido ante mi familia después del accidente y porqué me distancié de ella después de ese día.
Ella me escuchó atenta, unas veces se estremecía, otras me miraba con asombro, pero la curiosidad no dejó de brillar en ningún momento en sus ojos. Al final de mi historia, en su mirada solo quedó compasión.
La miré con ternura. Convencido de que no había una criatura igual a ella en este mundo.
- Y por todo esto – proseguí -, hubiera preferido delatarnos en aquel primer momento que herirte aquí, ahora, sin testigos ni nada que me detenga.
- ¿Por qué? – me preguntó.
- Isabella – dije, saboreando su nombre y despeinando su pelo –. No podría vivir en paz conmigo mismo si te causara daño alguno. La idea de verte inmóvil, pálida, helada… - dije mirando al suelo, avergonzado de nuevo – No volver a ver cómo te ruborizas, no ver jamás esa chispa de intuición en los ojos cuando sospechas mis intenciones… Sería insoportable – La busqué de nuevo con la mirada, encontrando el valor para confesarle la verdad, la más importante de todas -. Ahora eres lo más importante para mí, lo más importante que he tenido nunca.
Ella se miró las manos, jamás había visto su rostro tan encendido, y su corazón había empezado a latir a un ritmo frenético. Al cabo de unos segundos, que se me hicieron eternos, dijo sin atreverse a enfrentar mi mirada:
- Ya conoces mis sentimientos, por supuesto. Estoy aquí, lo que, burdamente traducido, significa que preferiría morir antes de alejarme de ti – Me quedé congelado, me lo temía, pero la confirmación era algo muy diferente. Hizo una mueca y dijo: - Soy idiota.
- Eres idiota – repetí riendo. Y yo el ser más afortunado del mundo porque lo fuera.
Por fin encontró el valor para mirarme, y nos reímos juntos, nerviosos y emocionados. Me perdí en sus enormes ojos de chocolate, atrapado en ellos y sin querer escapar jamás, si mi frío corazón pudiera… habría salido volando.
- Y de ese modo el león se enamoró de la oveja… - murmuré.
Ella se estremeció y me privó de sus ojos de nuevo.
- ¡Que oveja tan estúpida! – dijo en un susurro.
- ¡Qué león tan morboso y masoquista!.
Miré al bosque un momento, abrumado, el alivio recorría mi cuerpo y la esperanza brillaba de nuevo en mi interior, ella lo sabía todo de mí y me amaba de todas formas.
- ¿Por qué…? – empezó a preguntar, pero dejó la pregunta suspendida en el aire.
Sonreí ampliamente ¿algún día se acabarían nuestros porqués?.
- ¿Si? – pregunté animándola a continuar.
- Dime por qué huiste antes.
La sonrisa se borró de mis labios.
- Sabes el porqué.
- No, lo que quería decir exactamente es ¿qué hice mal? Ya sabes, voy a tener que estar en guardia, por lo que será mejor aprender qué es lo que no debería hacer. Esto, por ejemplo – dijo acariciando mi mano -, parece que no te hace mal.
Sonreí conmovido por su dulzura.
- Bella, no hiciste nada mal. Fue culpa mía.
- Pero quiero ayudar – insistió -, hacértelo más llevadero.
- Bueno… - ¿Qué era exactamente lo que me había hecho huir? Me pregunté a mi mismo-. Sólo fue lo cerca que estuviste. Por instinto, la mayoría de los hombres nos rehuyen repelidos por nuestra diferenciación… No esperaba que te acercaras tanto, y el olor de tu garganta… - ¡Ops! La miré temiendo haberla asustado.
- De acuerdo – dijo ella con fingida despreocupación  y tapándose el cuello -, nada de exponer la garganta.
Adoraba su sentido del humor.
- No, en realidad, fue más la sorpresa que cualquier otra cosa.
Alcé la mano y la coloqué con sumo cuidado a un lado de su garganta. A pesar de la emoción por tocarla, me sentía controlado, su corazón empezó a latir desbocado  y sentí sus pulsaciones debajo de mi mano, el fuego de mi garganta se avivó, pero estaba también bajo control.
- Ya lo ves. Todo está en orden. – le dije satisfecho conmigo mismo, sus mejillas se tornaron de color carmesí-. El rubor de tus mejillas es adorable.
Saqué la mano de entre las suyas y la dirigí a su rostro, acariciando su mejilla caliente, ella tenía los ojos clavados en los míos,  y pude ver en ellos que le satisfacía mi contacto.
- ¡Quédate muy quieta!
Sostuve su rostro orientándolo hacia un lado, y apoyé mi cara en su cálido cuello, sentí como la sangre circulaba por su yugular palpitando tentadora, prendiendo inmediatamente el fuego de mi garganta, alejé ese pensamiento, conteniendo la respiración, manteniendo la calma, deslice mis manos por su cuello, despacio, sintiendo su suave piel bajo mis dedos hasta llegar a sus hombros,  dibujando su contorno, entonces entendí que lo que su sangre me estaba gritando no era que la tomara, si no que ella estaba viva y que su corazón estaba latiendo con esa fuerza para mí, me deslicé hasta él, para escucharlo mejor, apoyándome en su suave pecho. Su pulso me golpeaba sutilmente en la mejilla, el sonido hacía eco dentro de mi propio cuerpo, haciéndome sentir vivo, como si latiera para los dos. Era el sonido más hermoso del mundo, la prueba de que ella estaba aquí conmigo. Dejé escapar un suspiro volviendo a respirar, sabiendo que podía controlarlo. Con los ojos cerrados dejé que todas las sensaciones de ese momento me embargaran, disfruté de la sensación de estar tan cerca de ella, tocándola por fin, y su calor fue calentando mi propia piel. Noté como su pulso también se apaciguaba. Podría estar así el resto de mi existencia. Era la felicidad en estado puro.
Cuando me incorporé sentí que había triunfado, que había pasado la prueba, Alice pasó fugazmente por mi mente, convencido de que había una opción que ya no vería, me hubiera gustado decirle que ya no sentía la necesidad de que me vigilara.
- No volverá a ser tan arduo – le aseguré satisfecho.
- ¿Te ha resultado difícil? – me preguntó.
- No ha sido tan difícil como había supuesto. ¿Y a ti? – me preocupé por si le había molestado, por si había tenido miedo.
- No, para mí no lo ha sido en absoluto. – Contestó, enfatizando cada palabra, con una mirada pícara.
- Sabes a qué me refiero – Le dije sin poder contener una sonrisa ante su tímida provocación.
Ella me devolvió una sonrisa traviesa como respuesta.
- Toca – le dije, tomando su mano y acercándola a mi mejilla, ahora cálida después de haber estado contra su cuerpo -. ¿Notas qué caliente está?
Su roce volvió a descargar en todo mi cuerpo. Sus ojos se volvieron vidriosos.
- No te muevas – me dijo.
Cerré los ojos y sentí como movía su mano por mi rostro, como si fuera suave satén, deslizó sus dedos acariciando mis ojos hasta llegar lentamente a mi boca… al respirar sentí el cálido sabor de su piel en mi lengua, pero me obligué a seguir respirando, controlando el dolor, pero este no se quedo en su sitio habitual, al notar como la yema de sus dedos presionaban mis labios el fuego bajó a través de mi pecho, con la misma intensidad, inundando todo mi cuerpo, prendiéndome en llamas. El dolor se entremezclaba con un extraño placer que jamás había sentido, que cambiaba mi cuerpo y como antes, lo más arduo fue contener mis ganas de tocarla, de atrapar sus labios en los míos y saborear el sabor de su aliento… me obligué a estarme quieto y tomar el control, y lo conseguí, no sin esfuerzo.
Abrí los ojos, sabiendo que ella vería mi lucha reflejada en ellos, mi controlada pasión, escuché como se le aceleraba otra vez el pulso.
- Querría – susurré – querría que pudieras sentir la complejidad… la confusión que yo siento, que pudieras entenderlo.
Acaricié su pelo, negándome a dejar de tocarla, y acaricié de nuevo su rostro.
- Dímelo – me dijo.
- Dudo que sea capaz. Por una parte, ya te he hablado del hambre…, la sed, y te he dicho la criatura deplorable que soy y lo que siento por ti. Creo que, por extensión, lo puedes comprender, aunque probablemente no puedas identificarte por completo al no ser adicta a ninguna droga. Pero hay otros apetitos… - Le dije mientras acariciaba sus dulces labios con la yema helada de mis dedos, note como se estremecía igual que yo -, apetitos que ni siquiera entiendo, que me son ajenos.
- Puede que lo entienda mejor de lo que creer – me dijo con voz torturada.
- No estoy acostumbrado a tener apetitos tan humanos. ¿Siempre es así?
- No se – me dijo despacio, mirándome con intensidad –. Para mí también es la primera vez.
Sus palabras me reconfortaron, los dos estábamos igual de perdidos en esto, pero juntos descubriríamos el camino, aunque yo parecía realmente más asustado que ella.
- No sé lo cerca que puedo estar de ti – confesé -. No se si podré…
No terminé la frase, ella se inclinó lentamente hacia mí, me preparé para su cercanía. Apoyó sus manos en mi duro pecho y posó su mejilla en él.
- Esto basta.
Cerré los ojos y la envolví con mis brazos, hundiendo mi rostro en su suave cabello, me obligué a respirar con normalidad, luchando contra mi eterno fuego. Aunque en ese momento sufrirlo me pareció un precio muy bajo a pagar, a cambio de todo lo demás que me daba, del placer y la paz que sentía al tenerla entre mis brazos, al sentirla mía.
- Se te da mejor de lo que tú mismo crees – me dijo.
- Tengo instintos humanos. – le contesté – Puede que estén enterrados muy hondo, pero están ahí.
Permanecimos unidos hasta que sentí que movía su cabeza hacia el bosque, que empezaba a declinar la luz. Supuse que debía marcharse.
- Tienes que irte – susurré
- Creía que no podías leer mi mente – me recriminó.
- Cada vez resulta más fácil. – Le dije, recordando todo lo que había aprendido de ella en los últimos dos días. Y ella de mí… aunque no todo. Se me ocurrió una idea.
- ¿Te puedo enseñar algo?
- ¿El qué?
- Te voy a enseñar cómo viajo por el bosque.
Un repentino miedo apareció en el rostro de Bella. Me contuve para no reírme.
- No te preocupes- le dije-, vas a estar a salvo, y llegaremos al coche mucho antes.
Le sonreí divertido para infundirle confianza.
- ¿Te vas a convertir en murciélago? – me preguntó con recelo.
Rompí a reír con fuerza ante su ocurrencia, aunque tampoco debería extrañarme tanto.
- ¡Como si no hubiera oído eso antes!. – dije entre risas.
- Vale, ya veo que no voy a conseguir quedarme contigo. – me dijo, pero no muy convencida.
- Vamos, pequeña cobarde, súbete a mi espalda.
Me miró con desconfianza, calculando, supuse, si ahora hablaba en serio o no. Extendí mis brazos invitándola, mi cuerpo se estremeció impaciente deseando su contacto de nuevo. Escuché como su corazón respondía antes que ella a mi invitación.
Cuando al fin se decidió la ayudé a subirse, con cuidado para no dañarla, una vez colocada se aferró a mi con todas sus fuerzas.
- Peso un poco más de la media de las mochilas que sueles llevar.
- ¡Bah! – dije, poniendo los ojos en blanco, su peso era liviano y agradable.
Atrapé su mano, que se aferraba con fuerza a mi pecho, para acercarla a mi rostro, inhalando su aroma.
- Cada vez más fácil – musité.
Entonces miré al frente, sintiéndome pletórico y libre, y eché a correr mientras su corazón golpeaba mi espalda.

Los árboles eran un borrón verde a nuestro alrededor, mientras cortábamos el aire, correr siempre había sido una de las experiencias más liberadoras de mi existencia, casi la única cosa buena que me había regalado mi especie. Pero ahora, con Bella a mi espalda, todo cobraba otro sentido, siempre me había faltado algo… y ahora me sentía completo. Sus brazos atrapándome, sus latidos marcando mi paso, su aliento en mi cuello. Su peso no era una carga que hacía mis movimientos más pesado, sino que era una liberación que me hacía sentir más ligero.
Rememoré cada uno de los momentos en el prado en los que su cercanía me había turbado, y en como había conseguido controlar la parte mas horrible  de mí… y tomé una decisión, la tome conscientemente y esperé a que mi móvil sonara en consecuencia, pero se mantuvo en silencio en mi bolsillo y una sonrisa de anticipación se dibujó en mis labios.
Me detuve al lado de su camioneta, ansioso por saber si había disfrutado de la carrera, habíamos tardado solo unos minutos.
- Estimulante, ¿verdad? – le dije con entusiasmo.
Pero no me contestó, ni si quiera se movía, sentí su corazón desbocado contra mi cuerpo, y sus brazo aferrados a mi con la misma fuerza.
- ¿Bella? – la llamé inquieto.
- Creo que necesito tumbarme – dijo con un hilo de voz, casi sin aliento.
- Ah, perdona. – Le dije, esperando que hiciera algún movimiento, pero siguió congelada detrás de mí.
- Creo que necesito ayuda.
Reí mientras cogía sus manos, totalmente agarrotadas alrededor de mi cuello, la di la vuelta con cuidado, sujetándole con un brazo las piernas y con otro su espalda, la apoyé contra mi cuerpo acunándola durante un breve momento entre mis brazos, después la coloqué con sumo cuidado sobre unos helechos.
- ¿Qué tal te encuentras?
- Mareada, creo.
- Pon la cabeza entre las rodillas.
Obedeció y se quedó así un rato que me pareció interminable, me senté a su lado esperando a que se recuperara.
- Supongo que no  fue una buena idea – susurré.
- No, ha sido muy interesante.- me dijo con voz débil, al levantar el rostro hacia mi pude ver lo pálida que estaba.
- ¡Vaya! Estás blanca como un fantasma, tan blanca como yo mismo. – Me recordó al día de la prueba de RH en el colegio. La próxima vez iríamos con más cuidado.
- Creo que debería haber cerrado los ojos.
- Recuérdalo la próxima vez.
- ¡¿La próxima vez?!
Me reí ante la cara de horror que le causaba la idea. 
- Fanfarrón. –musitó, pensando que estaba bromeando.
El color empezaba a volver a su rostro, solo estaba un poquito mareada… y yo estaba impaciente y temeroso de que se tambaleara mi resolución, ella mantenía los ojos cerrados, me acerqué despacio a ella y le dije:
- Bella, abre los ojos – le dije con suavidad, casi sin poder contener mi emoción, ella obedeció clavando su preciosos ojos en los míos - Mientras corría, he estado pensando…
- …en no estrellarnos contra los árboles, espero.
 Tonta Bella- reí ante su ocurrencia -. Correr es mi segunda naturaleza, no es algo en lo que tenga que pensar.
- Fanfarrón – repitió.
Sonreí, pero lo dejé pasar, no iba a desviarme del tema.
- No. He pensado que había algo que quería probar.
Despacio, puse mis manos en la suave piel de sus mejillas, que habían recuperado súbitamente el color al adivinar mis intenciones, me acerqué despacio, controlando las sensaciones, conteniendo la urgencia, miré sus labios que me esperaban temblorosos y contuve la respiración. Me incliné despacio sintiendo como el calor de sus labios empezaba a calentar los míos, esperé un segundo y por fin recorté el espacio que quedaba entre nosotros, el roce de su beso era suave y ardiente, y hizo que se estremeciera todo mi cuerpo, cada poro de mi piel deseaba el contacto de la suya, mi mente empezó a nublarse, y el resto del mundo empezó a desvanecerse a nuestro alrededor, como vampiro, mi mente siempre acaparaba la atención de varias cosas a la vez, solo en el momento de la caza apagábamos el resto de nuestros sentidos para concentrarnos solamente en el instinto. Pero en aquel momento me pasó algo parecido, todo fue desapareciendo y solo existían  su cuerpo y el mío y el anhelo de más... decidí separarme, antes de que el mundo desapareciera por completo y me perdiera en ella,  pero cuando todavía no había hecho el ademán de alejarme, Bella gimió todavía entre mis labios, sentí su boca entreabierta que se apretaba más a la mía aspirando mi aliento, sus manos aferraron mi cabello con fuerza atrayéndome más hacia ella,  la dulce urgencia que me había invadido hacía un momento explotó en un deseo voraz. Contuve el impulso de aspirar para saborear su sabor, sentir el calor de su aliento y mi garganta estalló en llamas ante la perspectiva. Automáticamente me paralicé con precaución, con cuidado pero con firmeza separé la cara de Bella de la mía, apenas unos centímetros, y la miré a los ojos advirtiéndola con la mirada, en sus ojos desfilaron distintas emociones a cámara rápida, frustración, enfado, compresión y arrepentimiento.
- ¡Huy! – musitó.
-Eso es quedarse corto. – Le dije despacio, sentí que poco a poco mi cuerpo iba calmándose, recuperando la compostura.
- ¿Debería…? – empezó a decir Bella mientras intentaba apartarse de mí.
- No – le dije, mientras la sostenía a mi lado con firmeza, sorprendido gratamente por lo rápido que estaba recuperando el control, y lo fácil que me había resultado separarme -. Es soportable. Aguarda un momento, por favor.
Los ojos de Bella seguían clavados en los míos, sentí que el instinto de protección que ella despertaba en mí, acababa de calmarme y le sonreí muy satisfecho conmigo mismo.
- ¡Listo!.
- ¿Soportable? – repitió, frunciendo el ceño.
- Soy más fuerte de lo que pensaba – contesté, mientras la tensión y el alivio rompían en una risa nerviosa -. Bueno es saberlo.
- Desearía poder decir lo mismo. Lo siento.  – Me dijo algo avergonzada, bajando al suelo la mirada.
Me agaché un poco para reencontrarme con sus ojos.
- Después de todo, sólo eres humana. – le dije, ocultando lo orgulloso que me sentía por hacerla perder así el control.
- Muchas gracias. – me dijo algo picada.
Me levanté de un salto y le ofrecí mi mano para ayudarla a levantarse. Miró extrañada mi gesto, y pensé que todo este tiempo había sido muy poco caballeroso a causa de mi exceso de precaución… y eso iba a cambiar a partir de ahora. Ella aceptó mi mano y la ayudé, sosteniéndola cuando vi que todavía se tambaleaba un poco.
- ¿Sigues estando débil a causa de la carrera? ¿O ha sido mi pericia al besar? – le dije  mientras me deleitaba con el rubor de sus mejillas.
- No puedo estar segura, aún sigo grogui. Creo que es un poco de ambas cosas – me dijo con una mirada pícara.
- Tal vez deberías dejarme conducir. – Dudé de su capacidad.
- ¿Estás loco? – protestó al instante.
- Conduzco mejor que tú en tu mejor día. Tus reflejos son mucho más lentos.
- Estoy segura de eso, pero creo que ni mis nervios ni mi coche seríamos capaces de soportarlo.
- Un poco de confianza, Bella, por favor.
Me pareció que estaba a punto de ceder, pero entonces frunció los labios y dijo:
-  No. Ni en broma.
La miré sorprendido, calculando si debía permitírselo o no, pero cuando se apartó de mi para dirigirse al asiento del conductor se tambaleó y casi pierde el equilibrio, volé a su lado para sujetarla, envolviendo su cintura con mis brazos.
- Bella, llegados a este punto, ya he invertido un enorme esfuerzo personal en mantenerte viva. No voy a dejar que te pongas detrás del volante de un coche cuando ni siquiera puedes caminar en línea recta. Además, no hay que dejar que los amigos conduzcan borrachos.
Suspiró rindiéndose al fin.
- No puedo rebatirlo – dijo mientras dejaba caer las llaves con resignación, las cogí rápidamente -. Con calma… Mi camioneta es una señora mayor.
- Muy sensata – reí.
- ¿Y tú no estás afectado por mi presencia? – me dijo suspicaz.
La miré a los ojos, pensando en todas las maneras en las que Bella me afectaba, ya solo el hecho de perderme en su mirada… me acerqué despacio besé con cuidado su mandíbula recorriendo con mis labios el suave camino entre su oreja y su mentón, disfrutando de su calor y su suavidad, pero sobre todo de los latidos de su corazón que se dispararon como locos bajo su pecho. Ella también se veía bastante afectada por mi presencia, me dije algo pagado de mi mismo, contuve una sonrisa.
- Pase lo que pase – le susurré al oído -, tengo mejores reflejos.

Capítulo 14. El reflejo.

Regresé a casa, me cambiaría de ropa y guardaría el coche antes de volver a casa de Bella, para velar por sus sueños. 
No había nadie, encontré una nota de Emmett:
Estamos jugando a béisbol.
Alice ya me ha dicho que no vas a venir, pero yo te aviso.
Eres un lunático.
Sonreí a su nota. Y preferí quedarme en casa, disfrutando del silencio tan poco habitual en ella. Busqué en mi colección de música el disco de Linkin Parck del que habíamos hablado en el coche. Me acomodé en el sofá de cuero negro de mi habitación, y me entretuve en imaginar lo que pudo haber sentido Bella escuchando cada una de las canciones del disco.

El tiempo había pasado despacio mientras esperaba que llegara la hora de dormir, de dormir para Bella. Al verla de nuevo dormida, sentí el alivio recorriendo mi cuerpo. Como si ahora estuviera completo, cada vez era más difícil estar lejos de ella.
Un cabello atravesaba su rostro, desee apartarlo, por si le incomodaba. Me acerqué despacio, siendo consciente de lo que hacía, recordándome que debía controlar cada uno de mis movimientos. Calculando las consecuencias de ellos. Me agaché al lado de su cama, observando su rostro mientras dormía, alargué la mano y con sumo cuidado empujé con un solo dedo el mechón de pelo, extendiéndolo sobre la almohada. Su rostro estaba a escasos centímetros del mío, una corriente recorrió todo mi cuerpo, decidí no moverme, tomando el control, luchando contra ella, controlándola. Todo mi cuerpo anhelaba tocarla, notaba su calor invitándome a cobijarme en ella. Miré sus labios, y desee besarlos más que nunca, mis propios labios quemaban por el anhelo.
Suficiente, pensé, profundamente decepcionado conmigo mismo. ¿Qué era yo? ¿Que hacía aquí? Yo estaba guardando sus sueños, pero mis pensamientos estaban volando en otra dirección, en una intolerable. Yo era un caballero y Bella se merecía todo mi respeto, ella estaba dormida. Yo parecía más un pervertido acosador que un ángel guardián, me recriminé. El amor no era excusa. Si no era capaz de controlarme no volvería más a su habitación.
Me disponía a alejarme de ella, a sentarme en mi lugar habitual y meditar sobre ello, guardando las distancias, cuando las aletas de su nariz se agitaron, olisqueando, inclinándose hacia mí. Me refugié veloz tras la mecedora, escondido entre las sombras más profundas de su habitación.
- Te amo Edward. – dijo en un susurro, una sonrisa se instaló en su rostro y el rubor cubrió sus mejillas.
Me quedé paralizado, la habitación, el mundo, el universo giró a mi alrededor y explotó, y solo quedamos Bella y yo.
Me llevé las manos al vacío de mi corazón, sintiéndolo cálido. Tenía una sensación extraña en mi cabeza, una sensación parecida a la que había leído que se sentía cuando un humano se embriagaba. Una nube se instaló en mi mente y una satisfacción que jamás había sentido sacudió mi cuerpo de arriba abajo. Me sentí totalmente feliz, sin reservas.
No había ningún motivo para alejarme de ella, yo sería capaz de controlarme, ella me amaba… hasta ahora lo había demostrado, pero el escucharlo, la confirmación de sus labios, me hizo sentir que flotaba. Está dormida Edward, no lo puedes llamar confirmación. Me dijo la voz aguafiestas de mi cabeza, y tenía razón, pero yo sabía que era verdad, sabía que ella me quería, y ahora había escuchado esas dulces palabras de sus labios, como una caricia, las más bellas palabras que jamás había escuchado. 
- Bella, te amo – dije en un susurro casi imperceptible, para escuchar como sonaban las palabras. Sonaban perfectas, sonaban a verdad, eran la verdad más importante de mi mundo ahora. Bella era mi primer y único amor.
Me sentía increíblemente emocionado. Y por primera vez sentí que tenía derecho a vivir este amor. Porque era lo que ella deseaba, y sus deseos eran lo mas importante para mí. Porque si al confirmarle a ella mis sentimientos, conseguía que sintiera solo una parte de la felicidad que me invadía a mí ahora, entonces valdría la pena. Porque en realidad, sucumbir a mis deseos, era también hacerlo a los suyos.
Me hice una promesa a mi mismo y a ella: Encontraríamos el camino, juntos.

Al día siguiente me sentía pletórico, aunque al regresar a casa había recibido nuevos reproches de Rosalie, le respondí con una sonrisa consiguiendo enfurecerla más todavía,  no me importó. Distraído, ultimé con Alice los detalles para nuestra salida de caza  y cogí mi coche para regresar a la casa de Bella, ¿necesitaba alguna excusa? No, estaba convencido de que eso la iba a hacer feliz. Fui flotando en mi nube, sonriendo todo el tiempo como un idiota enamorado. Y encantado de serlo.
Escuché a Bella silbar dentro de casa, y cómo Charlie le hacía un comentario sobre lo alegre que parecía esta mañana, al verla bajar las escalaras dando saltitos.
Solté una carcajada, me alegraba saber que yo no era el único que estaba de ese humor.
Acerqué el coche a su casa al mismo tiempo que Charlie se alejaba de ella, Bella salió casi inmediatamente. Se dirigió hacia mí, irradiaba luz, parecía un ángel.
Se subió rápidamente a mi coche, y me deslumbró con su dulce sonrisa. Le sonreí divertido, al darme cuenta de lo ansiosa que estaba por reunirse conmigo, un ansia igual a la mía.
- ¿Cómo has dormido? – le pregunté, sabiendo la respuesta.
 - Bien. ¿Qué tal tu noche?
¿Mi noche? La más feliz de mi vida mi amor.
  - Placentera. – Le dije, sonriendo más ampliamente, y conteniendo mis palabras de amor.
- ¿Puedo preguntarte qué hiciste?
- No – contesté rápidamente -, el día de hoy sigue siendo mío.
Hoy quería que me hablara sobre las personas que la rodeaban, las personas que la querían y que ella quería.
La mañana fue transcurriendo mientras ella me hablaba de su madre, volví a captar el tono condescendiente en su voz, me divirtió conocer las locuras que habían hecho juntas, siempre influenciadas por la personalidad impulsiva de Renée. También me habló de su abuela, a la que había perdido no hacía mucho y de cómo la mayoría de sus recuerdos iban diluyéndose en su memoria.
Camino de la cafetería, a la hora del almuerzo, se me ocurrió de repente que igual ella se había enamorado antes en Phoenix, igual ella ya había vivido una historia de amor. No lo había pensado hasta ahora… sentí una punzada de celos, aunque sabía que sería lo más natural, ella tenía diecisiete años. Y bueno, yo conocía las historias de las demás adolescentes de la escuela. Intenté parecer despreocupado y casual.
- Tengo curiosidad por una cosa, pero temo que te enfades. No respondas si no lo deseas… ¿tuviste muchas citas en Phoenix? – Le sonreí para animarla – es solo curiosidad – le repetí.
- No, ninguna –  contestó ella muerta de vergüenza.
- ¿Nunca has conocido a nadie que te haya gustado? – Le pregunté extrañado.
- En Phoenix, no. – Me contestó poniéndome mala cara.
Apreté los labios fuertemente, y me concentré para no dejar escapar una sonrisa que pudiera mal interpretarse. Yo hubiera encontrado lo más normal del mundo que ella hubiera tenido citas o novios  en Phoenix.  Pero el saber que todo esto era igual de nuevo para ella como para mí me emocionó. Mañana íbamos a tener la primera cita de nuestras vidas.
¿O Port Angeles contaba?
En la cafetería cogí la bandeja y empecé a escoger la comida al azar.
-¿Algo en especial? – le pregunté.
- No, lo que has cogido ya me está bien. - dijo.
Nos sentamos en nuestra mesa. Alice intentaba llamar mi atención.
- Recuerda que nos marchamos después del desayuno ¿puedo acercarme y me la presentas? ¡Por favor! ¡por favor! .
La miré asintiendo disimuladamente, mientras veía que ella ya había visto cual iba a ser mi respuesta, y presenciando un anticipo de lo que ocurriría dentro de unos minutos. Sabía que tarde o temprano iba a llegar el momento de presentarlas, por mucho que me pesara, así que ¿Por qué no ahora?
- Hoy debería haberte dejado que condujeras-  le dije, cuando caí en la cuenta de que Alice y yo nos iríamos con mi coche.
- ¿Por qué? – quiso saber.
- Me voy a ir con Alice después del almuerzo – le expliqué.

- Vaya. Está bien, no está demasiado lejos para un paseo. – Me dijo sin disimular su decepción. ¿Sería por tener que caminar? ¿o por no pasar el resto del día conmigo?
- No te voy a hacer ir a casa andando. Tomaremos tu coche y lo dejaremos aquí para ti. – Le dije, mientras lo planeaba.
- No llevo la llave encima – dijo en voz baja -. No me importa caminar, de verdad. – Lo decía sinceramente, entonces ¿era la segunda opción?
Negué con la cabeza, de todas formas no la iba a permitir que caminara sola hasta su casa.
- Tu camioneta estará aquí y la llave en el contacto, a menos que temas que alguien te la pueda robar. – dije mientras se me escapaba la risa ¿Quién iba a querer ese viejo trasto?
- De acuerdo – me dijo, algo enfadada, pero con incredulidad. Sonreí, ella subestimaba mis recursos.
De pronto, los gritos mentales de Rosalie se colaron en mi cabeza. Alice le había contado nuestros planes y la chispa había vuelto a saltar.
¡Como te la cargues mañana todos tendremos que mudarnos! ¿Has pensado eso? Mírate luciéndote con ella. ¿Quién crees que será el principal sospechoso si le haces daño? Y no es que yo no me fuera alegrar de que se lo hicieras… pero no podríamos regresa a Forks en siglos con tu cara pegada en los carteles de búsqueda y captura.
Definitivamente Rosalie consiguió arruinar mi humor. Yo no iba a hacerle daño a Bella, pero ¿Por qué Alice no lo veía tan claro como yo? No podía descartarlo, igual podía ser algo involuntario, además ella me había dicho que era muy poco probable y yo tendría mucho cuidado…
 - ¿Adónde vas a ir? – me preguntó Bella sacándome de mis pensamientos.
- De caza – le contesté sin pensar demasiado, las palabras me salieron un poco bruscas debido a mi cambio de humor – Si voy a estar a solas contigo mañana, voy a tomar todas las precauciones posibles - ¿Cómo podía hacerle pasar por esto? Debería anularlo, “poco probable” ya era demasiado riesgo. Ella no merecía esto, pero yo… yo no tenía fuerzas para cancelarlo, lo deseaba tanto. Me aborrecí por mi egoísmo, y volví a justificarlo con que estaba seguro de que lo podía controlar. – Siempre lo puedes cancelar, ya sabes.
Sabía que ella no lo haría, eso era jugar sucio, pero, lo que si podía hacer es advertirla, con un poco de suerte tal vez consiguiera asustarla, pensé sin creerlo.
- No – susurró, y me miró a los ojos - No puedo.
Yo tampoco. Pensé. Que fácil era entenderla si reflejaba mis sentimientos en los suyos. No había marcha atrás. Cualquier cosa dolería menos que intentar frenar nuestros sentimientos desbordados. Nosotros ya no teníamos opciones. Me Sentía como si me arrastrara una corriente de aguas bravas, por los rápidos escarpados, podría golpearme, pero salir del agua… salir del agua sería la más absoluta de las agonías. Y Bella iba conmigo de la mano.
- Tal vez tengas razón. – Le dije entristecido. No me importaba no tener opciones, pero odiaba que Bella tampoco las tuviera.
-   ¿A qué hora te veré mañana? – me preguntó triste.
- Eso depende… Es sábado ¿No quieres dormir hasta tarde? – le pregunté.
- No. – respondió a toda prisa. Contuve una sonrisa, realmente estaba ansiosa porque llegara mañana.
- Entonces, a la misma hora de siempre – le dije - ¿Estará Charlie ahí?
- No, mañana se va a pescar. – Sonrió contenta e inconsciente, o más bien temeraria.
 - ¿Y que pensará si no vuelves? – le dije, último aviso, pensé.
- No tengo ni idea – me contestó exasperada, estaba acabando con su paciencia -. Sabe que tengo intención de hacer la colada. Tal vez crea que me he caído dentro de la lavadora – me dijo con ironía.
Le miré enfadado a los ojos, tratando en vano de llegar a su mente, ¿Cómo podía irritarse porque le avisara del peligro? ¿Lo entendía realmente? ¿Me subestimaba? O peor aún, ¿conocía perfectamente los riesgos y estaba dispuesta a correrlos? ¿Le daban igual? Le daban igual, estaba seguro, y eso me irritó más todavía.
Por su parte ella también me observaba ceñuda y desafiante. Mi gatita furiosa. Mi irritación se diluyó en la suya.
- ¿Qué vas a cazar esta noche? – preguntó, cambiando de expresión y tema repentinamente.
- Cualquier cosa que encontremos en el parque. No vamos a ir lejos. – le dije divertido ante su naturalidad.
- ¿Por qué vas con Alice? – me preguntó extrañada.
- Alice es la más… compasiva. – le dije frunciendo el ceño. Yo había adelantado la hora de la caza para volver a tiempo por la noche.
- ¿Y los otros? ¿Como se lo toman? – preguntó con timidez. Estaba preocupada por como le aceptaría mi familia. Al igual que yo me había preocupado ayer por su padre.
- La mayoría con incredulidad. – le dije.
Alice avisó a mis hermanos que Bella estaba apunto de mirar, y vi como todos disimulaban, aunque sin demasiado interés.
- No les gusto. – Concluyó, el dolor se filtraba en su voz.
- No es eso – La consolé, no soportaba verla así, su tristeza despertaba algo en mi, instalando una fuerte presión en mi pecho, y despertando una necesidad imperiosa de abrazarla y protegerla, que por supuesto controlé -. No comprenden por qué no te puedo dejar sola.
De repente una amplia sonrisa se extendió por su cara, y el peso de mi pecho voló ligero, por haber conseguido hacerla sonreír.
- Yo tampoco, si vamos al caso. – me dijo alagada.
- Te lo dije, no te ves a ti misma con ninguna claridad. No te pareces a nadie que haya conocido. Me fascinas.- Le confesé mirándole a los ojos.
Su expresión volvió a cambiar y me miró de nuevo con el ceño fruncido. No pude evitar sonreír ¿Por qué la enfadaba mi comentario? Era un cumplido. Intenté expresarlo mejor.
- Al tener las ventajas que tengo, disfruto de una superior comprensión de la naturaleza humana. Las personas son predecibles, pero tú nunca haces lo que espero. Siempre me pillas desprevenido.
Miró hacia otro lado, seguía sin sentirse bien con mis comentarios, tal vez no había conseguido expresarme con claridad, esto era complicado para mí.
- Esa parte resulta bastante fácil de explicar – Continué intentándolo  -, pero hay más, y no es tan sencillo de expresarlo con palabras…
De repente vi que la expresión de Bella cambiaba, del disgusto al miedo, abrió sus ojos desmesuradamente, asustada. ¿Qué pasaba? Vi su rostro contraído por el pánico desde otra perspectiva, desde el punto de vista de Rosalie. Me giré hacia mi hermana, que había mantenido sus pensamientos muy controlados intentando que no me diera cuenta de lo que hacía y le bufé, ella se giró.
- Lo lamento. Ella sólo está preocupada. – La justifiqué, muy a mi pesar, por tranquilizar a Bella, todavía podía ver la confusión en su rostro - Ya ves… Después de haber pasado tanto tiempo en público contigo no es sólo peligroso para mí si… -no me di cuenta a donde me llevaban mis palabras hasta que llegué a este punto, y me detuve de repente, mirando hacia abajo avergonzado.
- ¿Si…? – me preguntó.
- Si las cosas van mal. – Acabé con un susurro, enterrando mi cabeza entre las manos. Las dudas me volvieron a asaltar. Debería huir, marcharme y no mirar hacia atrás. Dejar que viviera su vida tranquila… pero ella no iba a estar a salvo aunque yo me fuera, me recordé aliviado, todavía no sabía si el malvado destino, la malvada y horrible bruja, la había dejado tranquila, si la dejaba sola podría volver a por ella sin que nadie la protegiera…
Sentí como el calor de Bella se acercaba hacia mí, sacándome de mis pensamientos, no me moví, la busqué en la mente de alguien que estuviera mirando, Jessica no me falló. Bella me observaba, me miraba con ternura y dolor en sus ojos, había alargado su mano, parecía que quería tocarme pero su mano se congeló en el camino cayendo sobre la mesa. Busqué miedo en sus ojos, pero solo encontré compasión. Bella deseaba cuidar de mí, consolarme del dolor que me causaba la posibilidad de matarla. Esto era una completa locura.
- ¿Tienes que irte ahora?- Me preguntó, su voz, de nuevo, como si no hubiera pasado nada.
Sí – La miré a los ojos de nuevo -. Probablemente sea lo mejor  - Le dije sonriendo al recordar el infierno que había sido la clase del Sr. Banner en los últimos dos días – En Biología aún nos quedan por soportar quince minutos de esa espantosa película. No creo que lo aguante más.
Sentí como Alice se acercaba sin apartar mis ojos de Bella, la separación dolía aunque fuera corta, quería sostenerla en mis ojos hasta el último momento.
- Alice. – Dije. Bella se sobresaltó.
- Edward.- Respondió ella, - preséntamela, preséntamela – vitoreaba impaciente Alice mentalmente.
- Alice – cedí-, te presento a Bella… Bella, ésta es Alice.
- Hola, Bella – dijo mi hermana muriéndose de satisfacción -. Es un placer conocerte al fin.
La miré “¿al fin?” Tendría que hablar con Alice, Bella lo cogía todo al vuelo y no quería explicarle todo lo que ese “al fin” significaba. Ella ignoró mi mirada de advertencia y me sonrió divertida.
- ¿Estás preparado? – me preguntó - ¿puedes dejarla durante unas horitas? Ya sabes que no va a pasar nada. – me avisó con un tono mental cantarín.
- Casi -  le dije un poco irritado -. Me reuniré contigo en el coche.
Alice se alejó sin decir nada más, su mente indicaba que estaba satisfecha, se sentía como si me hubiera ganado, y la verdad es que yo también lo sentía así. Volví de nuevo la mirada hacia Bella.
La hora de la despedida.
- Debería decir “que te diviertas”, ¿o es el sentimiento equivocado? – me preguntó con mirada tierna y nostálgica.
- No, “que te diviertas” es tan bueno como cualquier otro. – Le sonreí para animarla.
- En tal caso, que te diviertas. – Pude oír el dolor de la despedida en su voz, un dolor igual al mío.
- Lo intentaré. Y tú, intenta mantenerte a salvo, por favor. – Le dije, sabía que no le iba a pasar nada, Alice lo había comprobado, más veces de las que ella había creído necesario, para mí.
- A salvo en Forks… ¡Menudo reto! – Se burló un poco ofendida.
- Para ti lo es. Prométemelo.
- Prometo que intentaré mantenerme ilesa. Esta noche haré la colada… Una tarea que no debería entrañar demasiado peligro. – Me dijo con ironía.
- No te caigas dentro de la lavadora. – Le respondí, tomándole un poco el pelo.
- Haré lo que pueda. – me dijo, arrugando la nariz.
Me puse de pie, ella me siguió.
- Te veré mañana. – me dijo en un susurro. Yo por la noche, pensé, y aun así me pareció una eternidad.
- Te parece mucho tiempo. ¿Verdad?- Adiviné.
 Asintió triste.
- Por la mañana, allí estaré – le sonreí, satisfecho de ser capaz de entenderla con solo reflejar mis propios sentimientos. Había encontrado una pieza importante del puzzle.
Extendí la mano, acaricié con sumo cuidado su frágil y cálida mejilla, con toda la intención, para llevarme en ella su calor y retenerlo durante toda la tarde. Después, haciendo acopio de toda mi fuerza, me di la vuelta y me alejé de ella, luchando contra el poder de su imán, que me quería mantener a su lado.

Encontré a Alice apoyada en mi coche, una sonrisa engreída pendía de sus labios.
-Le he gustado – me dijo.
- Seguro que sí Alice. Tú le gustas a todo el mundo – le dije removiéndole el pelo.
- ¿piensas que no seré una buena amiga para Bella? – me dijo de pronto, haciendo un puchero.
- No, - le dije, mientras entrábamos en el coche – eres la mejor hermana del mundo, un poco irritante, pero la mejor. Seguro que serás una amiga fantástica.
- Yo se que lo seré, pero no se que te hace tan reticente a mi relación con Bella.
- Bueno… no se exactamente, supongo que relaciono la visión de vuestra amistad con la otra visión. Como si una fuera ligada a la otra.
- Nuestra amistad se afianzará siendo ella humana.-  Tuve una visión de Alice ayudando a Bella con un vestido azul precioso, ellas reían despreocupadas.
- ¡No! – Gritó Alice, de repente concentrándose en la carretera y haciendo que la visión se desvaneciera.
- ¿Qué pasa? – le pregunte alarmado.
- No quiero que veas el vestido, es una sorpresa. – dijo concentrándose.
Solté una carcajada.
 Llegamos a casa de Bella, aparcamos en la parte de atrás y entramos sin ningún problema a la casa, leer mentes y predecir el futuro eran armas infalibles para dos intrusos como nosotros, podíamos introducirnos en cualquier casa sin imprevistos ni ser vistos. Encontramos la llave dentro del bolsillo de un pantalón de Bella, rastreando el olor del metal.
Volvimos los dos a la escuela, Alice conduciendo la camioneta de Bella, y la dejamos en el hueco que había dejado mi coche.
Eché un último vistazo a Bella. La encontré a través de la mente de Mike Newton, ¿este chico no se rendía nunca? ¿Le estaba proponiendo de nuevo que le acompañara al baile? Emití un gruñido. Alice me dio un codazo.
- Vamos Edward, estará bien. – Sonreí, había tenido una idea.
- Espera un momento. – Le dije.
Abrí mi mochila, arranqué un pedazo de papel y escribí rápidamente una nota para Bella. Salí de mi coche para dejarlo en el asiento del suyo, miré la nota un momento, sonriendo al imaginármela leyéndola. ¿Se ofendería? No mucho, pensé. La nota decía:
Sé prudente

Nos dirigimos a casa. Encontramos a Esme en el jardín, recogiendo unas flores.
- Esme nos vamos – Le dije, mientras besaba su frente.
- Muy bien cielo, tener cuidado. – me dijo sonriendo.
- Siempre lo tenemos.
Antes de cazar comprobábamos que no hubiera ningún ser humano por los alrededores, que pudiera tentarnos en el momento de entregarnos a la caza. Con Alice de compañera, ese trámite era más fácil.

- ¿Vamos Edward? – Preguntó Alice, se acercó para abrazar a Esme.
- Vamos.
Saltamos el río y nos lanzamos a la carrera adentrándonos en el bosque, con el viento silbando por la velocidad. Yo me contenía para ir al ritmo de Alice. Sin dejar de correr, ella saltó para alcanzar la rama de un árbol, se impulsó para dar una doble voltereta en el aire, y calló con su gracia innata para seguir corriendo. Nos reímos a dúo, aumenté la velocidad y la imité dando tres vueltas.
Paramos al captar el aroma, una manada de alces descansaba junto a un arrollo, nos acercamos con sigilo, Alice comprobó que la zona estuviera despejada y nos entregamos a la caza.

Un par de horas más tarde ya estaba totalmente saciado, así que emprendimos el viaje de camino a casa.
- Alice, quería pedirte algo... – Me miró y se puso a buscar en el futuro.
- Estoy aquí.
- Ops. Lo siento. – me dijo con una sonrisa traviesa. – Te escucho.
- Una de la razones por lo que me inquieta tu amistad con Bella son tus visiones, no me gustaría que ella las conociera. Me gustaría que la mantuvieras al margen de eso, para no condicionarla, y porque… bueno ya sabes… estoy luchando para cambiar el futuro.
_ Explícamelo – vi en su mente a qué se refería.
- ¿Tu hubieras elegido ser un vampiro?
- No le se Edward… ya sabes que no tengo recuerdos humanos. Pero estoy satisfecha con la vida que llevo, y no cambiaría nada que tuviera como consecuencia que Jasper no estuviera en mi vida – me miró con una sonrisa tierna -. Tampoco me imagino mi existencia sin ti.
- Yo si pudiera elegir, preferiría ser humano, sin dudarlo. Mi existencia durante todo este tiempo ha sido una condena, solo soportable por vosotros, dominada siempre por la lucha constante contra la tentación. La desidia ha sido el sentimiento predominante en mi vida.  Ahora, por fin encuentro un motivo por el que valió la pena el siglo de espera… esperaría otra eternidad con gusto si supiera que al final ella iba a llegar para darle sentido a todo, para iluminar mi oscuridad. Pero… convertirla es condenarla. El dolor, tu no puedes recordarlo pero yo lo recuerdo perfectamente, ¡y hace casi cien años!… no podría perdonármelo. Y luego, el vivir como nosotros, condenarla a sufrir esta abstinencia, privarla de todas les experiencias humanas, de su familia. ¿Y si no consiguiera acostumbrarse? Ella es tan buena…  ¿y si no lo consigue y se vuelve un monstruo?... creo que no me perdonaría nunca. Acabaría odiándome. Y no habría marcha atrás, porque habría sacrificado su alma. No se, Alice, cuanto mas lo pienso más razones hay para no hacerlo.
- Pero si no la conviertes… - dejó la frase sin terminar.
Me detuve, sintiendo un dolor agudo en el pecho. No podía ni pensar en el final de esa frase. Sacudí la cabeza intentando dejar de pensar en ello.
Alice me miró preocupada.
- Edward… - dijo, con su voz cargada de remordimiento, poniendo su mano sobre mi hombro.
- Creo que prefiero no pensar en eso, todavía. – Le dije con un hilo de voz.
- Lo siento. – Pensó – se que no te consuela, pero yo sigo sin ver esa posibilidad, por mucho que la busque.
- Vale Alice, dejémoslo. – Le dije secamente.
Corrimos el resto del camino, y enseguida estuvimos de vuelta.
Jasper esperaba a Alice sentado en las escaleras, impaciente. Vi en sus mentes el anhelo de tocarse. Jasper sujeto la cara de Alice, una mano en cada mejilla y descansó su frente en la de ella. Los dos pensaron lo mismo, en el mismo momento. Te amo. Y yo fui el único que lo escuchó.
Continué la carrera sólo, hasta la casa de Bella, era tarde ya, llevaría unas cuantas horas dormida.
Me deslice por su ventana. El alivio recorrió mi cuerpo de arriba abajo, como una cálida ola. Le di la bienvenida al dolor de mi garganta. Me aparté de la ventana lo suficiente para que nadie pudiera verme, y me regodeé observándola.
El sonido de su corazón era regular, y su respiración lenta y acompasada. Estaba totalmente inmóvil, recostada de lado, sus manos descansaban al lado de su cara, y su pelo liso se extendía a través de la almohada, hoy no me recordó a las algas, no estaba mojado, se notaba que lo había secado con esmero.
Estaba tan hermosa que me abrumó. Sentí no tener excusa para acercarme, ni frío, ni cabellos incómodos, hoy dormía placidamente, con una leve sonrisa en sus labios.
Me quedé en ese lado de la habitación, al lado de la ventana, para poder contemplar su rostro. Respiré hondo, dejando que su delicioso aroma me asaltara por completo, llenándome de él para inmunizarme un poco para la mañana.
¿Qué pasaría mañana? Me pregunté. ¿Cómo reaccionaría al verme bajo el sol?¿Se asustaría?¿Sentiría  rechazo? Hasta ahora ella había sido muy tolerante, pero bajo el sol, la prueba de que éramos de dos mundos distintos sería evidente, éramos de especies diferentes, el depredador y la presa, una relación antinatural. ¿Por fin me vería como el monstruo que era? Ella me amaba, me recordé, pero la angustia de mis dudas no se disiparon. Ella podía ser muy tolerante, pero me aterrorizaba poder ver aprensión en sus ojos.
La miré, buscando respuestas. La manta que la cubría se ajustaba a su cuerpo acariciando su silueta. Mi mente se perdió en la forma de su cuerpo, empecé a sentir el calor que desprendía, como una invitación, Basta Edward, me dije. Y me pegué a la pared, respirando profundamente. Regodeándome un poco en el dolor de mi garganta como castigo por mis pensamientos.
Pero mañana… si me veía capaz, si no veía en sus ojos la repulsión que tanto temía, si todo estaba bien y me veía capaz de controlarme… la tocaría de nuevo, intentaría acercarme. Nunca movido por un  impulso, me dije, siempre controlando los movimientos, planeándolos, siempre que tuviera claro que ella lo deseaba tanto como yo. Pensé en el descubrimiento de hoy, en como sus sentimientos casi siempre eran un reflejo de los míos, y sonreí. Sin embargo pensé, no daría nada por sentado, esperaría siempre su reacción y su consentimiento.
El amanecer estaba próximo, se acercaba la hora, la miré emocionado. Esta noche había dormido tranquila, ni una sola palabra, pensé, algo decepcionado, pero tendría todo el día de hoy para escucharla.
 Me cambié de ropa. Mientras me miraba en el espejo me inundaron la ansiedad, las dudas y el miedo, jamás en mi vida había estado tan nervioso. Me sentía como si realmente tuviera 17 años y estuviera apunto de tener mi primera cita. Sonreí sin humor, ojalá fuera tan sencillo como eso. Bajé las escaleras corriendo en busca de Alice.
- Estoy aquí fuera Edward – me dijo. Crucé la casa a toda velocidad, pude ver que Carlisle y Esme estaban en el salón, me miraban preocupados, los demás habían salido de caza.
La encontré sentada en el banco del jardín, con las piernas entrecruzadas y los ojos cerrados.
- Cálmate Edward – pensó Alice –. Todo saldrá bien, solo tienes que ir con cuidado.
- ¿Todavía existe esa posibilidad? – Alice estaba tapando sus visiones, sumamente concentrada, permanecía con los ojos cerrados.
- Tus dudas, sus dudas… no hay nada claro, solo veo flashes, nada definido – abrió los ojos, se puso de pie y colocó sus manos en mi cara, mirando dentro de mis ojos –. No me hace falta ver el futuro para saber esto.  Se cuanto la amas y se que protegerla es lo más importante para ti, por encima de todo, incluso por encima de los sentimientos de ambos. Tenlo presente. Confío en ti, estaré “conectada” todo el día, en cuanto vea algo raro te llamo. ¿vale?. Además – Añadió con una sonrisa pícara -  ¿Crees que permitiría que hirieras a mi mejor amiga?
- Todo el día ¿me lo prometes? – insistí, invadido por mis miedos.
- Cuando regreses me encontrarás aquí sentada, en la misma postura, no haré otra cosa en el día de hoy – dijo -. Cero intimidad, ya sabes – pensó mientras me mostraba su sonrisa tranquilizadora.
- No me importa – le sonreí en respuesta – Gracias Alice.-  Le dije con devoción, la besé en la frente.
- Pásalo bien y relájate, será todo más fácil. – Pensó.
Mis padres salieron al jardín, sabían que era un día importante para mí, me abrazaron y me dieron ánimos, mostrando su amor incondicional y una confianza en mí abrumadora, que sabía que no merecía, pero iba ha hacer todo lo posible para hacerlo.
Me despedí con la mano, y me vi alejándome del jardín a través de los ojos de mi familia.
Llegué a casa de Bella en apenas unos minutos, alisé mi ropa nervioso, y respiré hondo antes de llegar a su puerta. ¿Podría deshacer en algún momento este nudo de mi estómago?. Hice acopio de valor y toqué la puerta con suavidad, con mis nudillos, me respondió otro suave golpeteo,  era el corazón de Bella saludándome, mezclado con sus pasos por las escaleras. Me sentí más nervioso todavía.
Respire hondo de nuevo, pude olerla al otro lado de la puerta, activando al momento la hoguera de mi garganta, como su hiciera semanas que no la veía, en vez de solo unas horas. La ansiedad debía de estar atizando el fuego, contuve la respiración. - puedo hacerlo, seré prudente, tendré cuidado – me repetía a mi mismo, mirando a mis pies, procurando relajarme, avergonzado por mi comportamiento, mientras escuchaba a Bella pelearse con la puerta, en otras circunstancias me hubiera hecho gracia, en ese momento solo pensé que era mi última oportunidad para huir. Imposible, ya notaba la fuerza de su atracción a través de la puerta, no tenía escapatoria.
La puerta se abrió por fin. Miré su cara sonriente y vi como sus facciones se relajaban, como derretidas por el sol, su corazón que había estado golpeando descompasado desde que toqué la puerta, encontró de nuevo el ritmo, acelerado pero armonioso.
- Buenos días. – Le dije.
Al mirarla bien y fijarme en su ropa, perdí el hilo por un momento de mis pensamientos torturados y se me escapó una risa divertida.
-  ¿Qué ocurre? – dijo, mientras se miraba con preocupación.
- Vamos a juego.
Bella vestía un suéter de cuello vuelto color canela y unos vaqueros, al igual que yo. Recordé haber visto su ropa encima de la mecedora por la noche, no le había prestado demasiada atención, pero igual, inconscientemente, yo había escogido la mía  por ese motivo.
Bella se rió conmigo y el sonido de su risa aligeró algo el peso de mi corazón.
Mientras ella cerraba la puerta yo me dirigí a su camioneta, recordé las palabras de Emmett diciéndome que me dejaba llevar por la tragedia, sonreí.
Aunque cuando llegué a la puerta del copiloto la sonrisa se borró de mis labios, la miré con resignación. La velocidad hubiera sido ahora un buen consuelo, ahora iba a tener mucho tiempo para pensar por el camino.
Bella interpretó mi expresión y me dijo:
- Hicimos un trato. – me miró un poco pagada de si misma. Se subió en el asiento del conductor y me abrió la puerta desde allí.
Subí de un salto.
- ¿Adónde? – me preguntó.
- Ponte el cinturón… Ya estoy nervioso.  
No había sido buena idea dejarla conducir, estaba realmente preocupado, paranoico en realidad, calculando los movimientos que tendría que hacer si surgía algún imprevisto ¿habría preparado el destino alguna jugarreta para el camino?
- ¿Adónde? – repitió, mientras me miraba exasperada.
- Toma la 101 hacia el norte – le indiqué.
Bella se puso en marcha, iba tan despacio que parecía que tuviera la intención de aparcar en vez de avanzar, procuré no mirar la carretera para no exasperarme mientras la veía pasar por debajo de nosotros a cámara lenta.
A pesar de todo, pronto le vi la ventaja a este paso de procesión, podía observar a Bella a placer, mientras ella examinaba cada tramo de la carretera antes de pisarlo con su coche. Pensé en como hoy el sol sacaría a relucir el reflejo rojizo de su cabello, esta vez sería mi mano la que lo acariciara… bueno, siempre que superáramos el momento de mi exposición al sol. Sentí como el miedo recorría mi columna, no recordaba haber sentido algo así desde… bueno, creo que no había estado tan asustado en mi vida.
Hasta ahora Bella había sido tan tolerante, pero ¿Qué había hecho evidente la realidad de mi secreto? A parte de mis palabras y mi tacto gélido… no habían sido más que palabras. Cuando Bella me viera al sol no habría marcha atrás.
- ¿Tienes intención de salir de Forks antes del anocher? – le dije con sorna.
- Un poco de respeto, este trasto tiene los suficientes años para ser el abuelo de tu coche. – Sonreí a su ocurrencia. Nuestros coches tampoco parecían de la misma especie.
El camino se hizo mas corto mientras me concentraba en los movimientos de sus manos al volante, en el sonido acompasado y tranquilo de su corazón, en su mirada escrutando la carretera, su ceño fruncido por la concentración… Me hipnotizaron sus labios entreabiertos, me imaginé que los rozaba con mi dedo, tan cálidos, tan húmedos, tan suaves… me descubrí mordiendo el mío, con el mismo gesto de ansiedad típico de Bella. Mientras la electricidad me envolvía sustituyendo todo lo demás, me atreví a ponerle nombre: deseo…
Llegamos a los límites del pueblo, le indiqué por donde seguir.
- ¿Qué hay allí, donde se acaba el asfalto? – Me preguntó.
- Una senda. – le dije.
- ¿Vamos de caminata? – me preguntó, la ansiedad se filtró en su voz.
- ¿Supone algún problema? – Le dije, descubriendo de nueva la esperanza de que se echara para atrás, y el temor de que lo hiciera.
- No. – dijo.
No me engañó, supuse que temía el camino, con su poca habilidad para caminar. Intenté tranquilizarla, mientras una voz dentro de mí me gritaba que no lo hiciera:
- No te preocupes, sólo son unos ocho kilómetros y no iremos deprisa.
¿Y si en realidad tenía miedo de mí? ¿Y si ahora que se acercaba el momento hacía caso de todas mis advertencias?
- ¿En qué piensas? – Le pregunté desesperado.
- Solo me preguntaba adónde nos dirigimos – No me engañó, había miedo en sus rostro… y ella no quería decirme a qué.
- Es un lugar al que me gusta mucho ir cuando hace buen tiempo. – Le dije, siguiéndole la corriente.
Ambos miramos al frente, las nubes empezaban a disiparse en el cielo, no tardaría en aparecer el sol.
- Charlie dijo que hoy haría buen tiempo. – Comentó.
- ¿Le dijiste lo que te proponías? – le pregunté, me hubiera gustado que lo hiciera.
- No.
- Pero Jessica cree que vamos a Seattle juntos… ¿No? – Recordé que se lo había dicho hacía dos días.
- No, le dije que habías suspendido el viaje… cosa que es cierta.
- ¿Nadie sabe que estás conmigo? – Le pregunté enfadado. ¿Pero en qué estaba pensando?¿Que pretendía demostrar?
- Eso depende… ¿He de suponer que lo has contado a Alice? 
- Eso es de mucha ayuda. Bella - Le dije demasiado furioso para controlar mi brusquedad -. ¿Te deprime tanto Forks que estás preparando tu suicidio?
¿Qué sería lo siguiente? Me pregunté furioso ¿Se cortaría la muñeca para probar si así podía contenerme también?
- Dijiste que un exceso de publicidad sobre nosotros podría ocasionarte problemas.
- ¿Y a ti te preocupan mis posible problemas?¿Y si no regresas a casa?
Negó con la cabeza, obstinada, sin apartar la vista de la carretera.
- ¿Qué pretendes con esto? –pregunté en voz baja, demasiado baja, no me escuchó.
¿Que significaba esto? ¿Bella me había preparado el camino para que, si las cosas salían mal, no sospecharan de mí? ¿Quería demostrarme su confianza? ¿Su temeridad? ¿Tenía ella la impresión de que no corría riesgo alguno a mi lado? pero yo no había cesado de advertirla, igual ella pensaba que si yo daba el paso era porque no creía que pudiera hacerle daño, pero yo luchaba en el límite constantemente, la sed me quemó impertinente, recordándome el deseo más básico de mi naturaleza.
 No, ella sabía el peligro que corría, la prueba de ello era precisamente lo que había hecho Pero ella cuidaba de mí, se preocupa por mi seguridad más que por la suya, sabía que si… que si la mataba… sentí un dolor agudo al pensar en esas palabras, si la mataba yo sería el principal sospechoso, y ella se había montado una coartada para protegerme. Asumía el riesgo, y dejaba todo en manos de mi autocontrol. La había condenado. Te sentirás orgulloso de lo que le has hecho me recriminé a mi mismo, detestándome. Había sido tan egoísta, incitándola a esta relación condenada a la tragedia, había ansiado su amor, había satisfecho mis caprichosos deseos a costa de exponer su vida, y ahora ella la me la entregaba en bandeja, consciente de su elección, ofreciéndome su vida.
Me asaltó de nuevo la visión de Alice, esta vez no la expulsé de mi cabeza, sintiendo que merecía el dolor que me causaba. Esta vez era diferente… Me vi con Bella inerte en mis brazos, su cuello rasgado por mis dientes… mis ojos rojos por su sangre. Pude sentir la satisfacción de mi cuerpo, como el fuego había dado paso al más placentero de los alivios, como el monstruo se regodeaba satisfecho. Sentí el vacío en mi pecho… mire sus ojos vacíos, escuché el silencio de su corazón… Y sentí el dolor que eso me causaría... pude sentir la locura, la agonía… y supe que yo dejaría de existir en el mismo momento en el que ella lo hiciera. Y entonces la visión cambio y a quien sostenía en mis brazos era a mi mismo.
Supe, sin lugar a dudas, que nunca jamás sería capaz de hacerle eso a Bella. No sería solo el amor el que me lo impediría, sino mi propio instinto de supervivencia.
Me sentí aliviado, dispuesto a seguir, de repente abrumado por la fuerza de los sentimientos de Bella, después de mi epifanía sabía que el monstruo no vencería jamás, pero no podía descartar los accidentes, tenía que tener cuidado, no olvidar en ningún momento su fragilidad.
 Llegamos por fin al final del camino, Bella aparcó el coche y bajó sin mirarme, seguía dolida conmigo. Deje mi suéter sobre el asiento y cerré con demasiada fuerza, me alegré de que el viejo trasto fuera resistente. Me quedé mirando el bosque un momento. Después me giré un poco, sin atreverme a mirarla, avergonzado ahora por haberla tratado con tanta brusquedad.
- Por aquí – le dije, adentrándome en el bosque.
- ¿Y la senda? – me preguntó asustada, mientras se acercaba a mí.
- Dije que al final de la carretera había un sendero, no que lo fuéramos a seguir.
- ¡¿No iremos por la senda?! – dijo con un toque histérico en su voz.
- No voy a dejar que te pierda. -  Le dije sin poder evitar burlarme un poco de ella.
Me giré para mirarla entonces, y vi que ella también se había quitado el suéter, una fina camiseta sin mangas la cubría ahora, aferrándose a su piel, insinuando su cuerpo, mostrándome como su piel casi transparente acariciaba los atractivos huesos de su clavícula, me dejó sin aliento. Una oleada de deseo recorrió mi cuerpo, empujándome a tocarla. Pero su expresión me detuvo, ella también me estaba mirando, pero su rostro mostraba dolor y dudas… me sentí herido.
- ¿Quieres volver a casa? – dije, temiendo que dijera que sí mas que nunca.
- No – me contestó apresuradamente mientras se acercaba a mí.
- ¿Qué va mal? – le pregunté preocupado, mirándola con ternura.
- No soy buena senderista – me dijo triste – Tendrás que tener paciencia conmigo.
- Puedo ser paciente si hago un gran esfuerzo. – intenté bromear para sacarle una sonrisa.
Solo conseguí una muy pequeña, y sus ojos siguieron tristes.
- Te llevaré de vuelta a casa – le prometí.
- Si quieres que recorra ocho kilómetros a través de la selva antes del atardecer, será mejor que empieces a indicarme el camino. – Me dijo cortante.
¿Qué estaba pensando ahora? Esto no podía ser solo miedo a caminar, me escondía algo, la escruté con la mirada, pero no obtuve respuesta. Así que obedecí y emprendí la marcha.
No hubo cambio alguno en el humor de Bella mientras subíamos la montaña, estuve a su lado todo el rato, pendiente de que no tropezara, pero ella lo hacía muy bien. A pesar de la cercanía Bella se esforzaba por no mirarme, debía de seguir molesta por como le había hablado en el coche.
Nos encontramos con unos pequeños árboles tumbados en el suelo, la ayudé a saltar el obstáculo, sujetándola del brazo, el contacto con su cálida piel fue abrasador, sacudiéndome por dentro y el sonido de su corazón, acelerándose, encendió algo en mi estómago, el mío estaría latiendo igual si pudiera, me miró de reojo algo avergonzada, en cuanto tocó el suelo aparté mi mano rápidamente.
La volví ha ayudar unos pasos mas adelante, con unas rocas, repitiéndose tanto mis sensaciones como la respuesta de su corazón. Volví a apartarme rápido, con el calor de su tacto gravado en el mío.
Mientras íbamos avanzando una extraña sensación se instaló dentro de mí, recordé haber leído una expresión que lo describía a la perfección, mariposas en el estómago, me sentía nervioso y eufórico a la vez, esperanzado y muerto de miedo. No pude soportar más el silencio que me empujaba a analizarlo todo. Así que volví a interrogar a Bella sobre su vida, todavía tenía millones de preguntas por hacer. Ella respondió a todas, pero en su voz detectaba que todavía se sentía molesta.
Cuando el sol empezó a filtrarse entre la copa de los árboles Bella sufrió un cambio, de repente su humor cambió.
- ¿Aún no hemos llegado? – me preguntó frunciendo el ceño mientras contenía una sonrisa traviesa en sus labios.
- Casi – le dije, sonriéndole complacido - ¿Ves el fulgor de ahí delante?
- Humm – la vi fruncir los ojos forzando la vista hacia delante - ¿Debería verlo? – me dijo concentrada.
- Puede que sea un poco pronto para tus ojos – le dije sonriendo divertido.
- Tendré que pedir hora para visitar al oculista – murmuró ella, fingiendo estar ofendida. Mi sonrisa se hizo más amplia ante su ocurrencia.
Pero al cavo de un rato Bella apretó el paso, adelantándome, estaba claro que ya había captado el cambio de luz, y se dirigía hacia él ahora impaciente. La dejé ir delante después de comprobar que el camino no entrañaba ningún riesgo.
La ansiedad me invadió llevándose todo lo demás.
Bella salió al prado, visiblemente fascinada por su belleza, las flores silvestres lucían en todo su esplendor, salpicando de colores el suelo verde, la primavera siempre entraba primero por este inhóspito rincón de Forks. Pero jamás lo había visto yo tan hermoso, con Bella en el centro, ahora era un lugar mágico, como en un cuento.
Di un paso e inmediatamente me detuve, paralizado por la angustia, miré hacia abajo, temiendo que al salir ella me viera como el monstruo de la historia.
Se giró con un movimiento casi bailarín, con los ojos llenos de maravillas, pero su rostro cambió al no encontrarme enseguida, forzó la vista y me encontró cobijado bajo la protección de mis sombras. Sus ojos se llenaron entonces de curiosidad. Avanzó un paso con una sonrisa alentadora en los labios, alargó la mano invitándome a reunirme con ella. Alcé mi mano para advertirle que me esperara allí, inspiré profundamente, para expulsar mis temores, y avancé para mostrarme tal y como era, sentí como si Bella tuviera mi corazón en sus manos.